lunes, 14 de octubre de 2013

A LOS VIAJES DEL INSERSO.

La presencia en la tribuna del príncipe don Felipe, presidiendo el desfile en recuerdo de los caídos por la Patria, aún para quienes como yo, no somos monárquicos, tuvo, al menos, la frescura de una figura joven y gallarda, en contraste con la persona, don Juan Carlos, embarcado en la decrepitud; viaje que no tiene vuelta.

No soy, ni he sido jamás monárquico y espero que, a pesar de que soy bastante oscuro en mis planteamientos, se me entienda, que lo que voy a decir, no es un alegato en favor de la continuidad de la Monarquía Parlamentaria que, con su despreocupación, ha contribuido en gran medida en la ruina económica, moral y ética de nuestra Patria. Pero, viendo al príncipe marcial en la postura y en el saludo a la Bandera Nacional y a las tropas, y trayendo a la memoria la arrugada por mal usada figura que fuera la apuesta del Caudillo Francisco Franco, pensé en sí no iba siendo hora de que la arrugada, por mal usada figura, se apuntara a los viajes del Inserso que promociona el Corte Inglés, permitiendo que al menos, no hay que esperar milagros laicos, la presencia del Jefe del Estado Español, tenga un nuevo y más estético lustre. Entre tanto que llegue algo mejor.

Hay quienes se equivocan al decir que la escasa asistencia de público al desfile, el pasado sábado, quitó lucimiento al acto. Eso es falso; los españoles, eso quedo claro con el paso de algunas unidades, estamos orgullosos de nuestro Ejército (tierra, mar y aire) aunque, por culpa de los políticos, lo estemos más en pasado que en presente. Cada día, la política va transformando al militar (capación virtual, no traumática) en funcionario, con el mayor de los respetos al funcionariado, (porque se lo merece), le va limando la aureola de "Paladín" que, desde tiempo inmemorial, siempre le ha adornado. El militar (como el policía y el guardia civil) era quien velaba nuestro tranquilo sueño; quien nos defendería ante el enemigo, hasta la última gota de su sangre. Ahora, poco a poco van convirtiendo a la milicia en una fuerza burocrática, a quien solamente le importa la llegada de los últimos días del mes, para contar los billetes de su paga. ¿La Patria? Seguro que muchos mandos, altos y bajos, si se les preguntara no sabrían responder.

No es una contradicción sentirse orgulloso del ejército, y al mismo tiempo ir perdiendo el aprecio por quienes se visten con su uniforme

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