lunes, 21 de octubre de 2013

¡HASTA LOS MISMÍSIMOS...!

La noticia es que el Abad de Montserrat, don José María Soler, pidió ayer perdón por el papel de la Iglesia durante el franquismo.

Un amigo de mi padre para decir que estaba hasta los cojones, como era persona bien educada, decía estar hasta el tercer botón de su gabán. Lo siento, pero a pesar de haber recibido una buena educación, yo digo que estoy ¡hasta los mismísimos cojones! de escuchar a los neoclérigos pedir perdón, en nombre de la Iglesia, como si la Iglesia y no los eclesiásticos, fuera quien hubiera pecado; en el caso de que ciertamente hubieran pecado.

Parece mentira que gentes como el Abad de Montserrat, con tanto tiempo para la oración, para el enriquecimiento espiritual que le facilite conseguir un más rápido y próximo acercamiento con Dios, al tiempo que le libere de la posibilidad, como podemos constatar, cierta, de decir estupideces y de arrogarse funciones que no son de su competencia.



El dibujo que tomo prestado de Unión de Ateos Militantes, origen al que combato desde mi Fe, nos muestra una imagen que cualquier persona podría relacionar con las recientes declaraciones del Abad del Monasterio de Montserrat. Sí; cualquier bien pensado leyendo a don José María Soler, podría pensar que, de manera sibilina, se está disculpando por el pecado de toda la cofradía del Monasterio, por el imperdonable hecho de que 21 martirizados de aquel Monasterio, por los rojos (socialistas, cenetistas y comunistas), hayan sido beatificados por la IGLESIA. La auténtica, no la suya.

¡Naturalmente que los rojos no han pedido perdón! ¿Cómo podrían pedir perdón si, si las coordenadas variaran, volverían a ejercer de carniceros? Como por el mundo adelante sus compadres lo están haciendo.

Estos neoclérigos en vez de pedir perdón en nombre de la Iglesia por su "acercamiento al franquismo", lo que deberían hacer es una misa diaria por el Generalísimo Franco, que fue, con la ayuda de Dios, quien consiguió preservar iglesias, monasterios y otros edificios de culto, donde ahora se puede venerar a Dios, y que algunos clericastros usan para decir estupideces. Y es una forma que uso, más que respetuosa, de adjetivar la verborrea incontenible de esos santones de guardarropía, a los que acompaña sor Teresa Forcades; otra estúpida que ni siquiera sabe dónde está, y qué debería estar haciendo.

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Hoy hemos conocido la sentencia del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo: ¡Me cago en la madre que les parió! Para esta gentuza los asesinados y sus familias no tienen derechos humanos. Lo dicho ¡me cago en la madre que les parió! De sus padres no digo nada porque seguramente no sabrían quienes fueron.

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