martes, 16 de julio de 2013

COMO LA RANA QUE QUERÍA SER BUEY.

Estos gobiernos de la Democracia, son gobiernos maximalistas, formados por enanos mentales que al llegar a cargos importantes se hinchan como la rana que quería ser buey y que, si se les rajara, no saldría de su interior más que aire maloliente como el pedo de un hambriento de varias semanas. Para ellos; en sus hueras molleras, sólo merece atención porque sus asesores así les dicen, los grandes volúmenes económicos –que es donde hay cacho que morder- independiente a que sea lo mejor para la única empresa que les exige máxima atención: la Nación; el Estado; España y los españoles, además de sus familiares y amigos.

Sus luces intelectuales, por ejemplo, les llevan a proteger una gran superficie comercial, que da trabajo escaso y precario, dejando desamparados a los pequeños comercios que son quienes, entre autónomos y asalariados, crea más empleo total y porcentual, y en mejores condiciones humanas para el empleado, e ingresa más euros en las arcas de Hacienda. Si tenemos en cuenta que esas grandes superficies forman extensas cadenas, si uno fuera mal pensado, como yo soy, podría con mucha lógica pensar que, teniendo conocimiento del volumen de sus ingresos anuales, los beneficios podrían muy bien crear dádivas, para quienes desde puestos clave de la administración, les limpie el sendero de competidores que, aunque pequeños de tamaño individual, al ser muchos les llegan a incomodar.

No deja de ser sospechoso que desde esas mismas instituciones del estado central, autonomía y municipal, para esos monstruos comerciales, se hayan creado generosas exenciones fiscales, jugosas subvenciones y, hasta les imponen medallas al mérito a sus propietarios, mientras que hacia el pequeño comercio, lo que se ha creado es un insistente control filo gestaponiano que como un pesado lastre, más deprisa que despacio, nos van hundiendo.

Esas instituciones del Estado de igual manera se muestran generosas con la gran Industria, con el son de que se la quiere ayudar a crecer, mientras se olvidan del pequeño y mediano taller. Nadie quiere que se abandone a su suerte a las grandes empresas industriales, pero resulta esclarecedor que ni desde el ministerio de Industria, ni desde las consejerías de industria de las autonomías, llega al pequeño taller el más mínimo gesto de "cariño" que sirva para que crezca una o dos tallas. Llega antes un crédito de varios millones de euros a una macro empresa, aunque esté en números rojos y los dueños forrados de millones de euros, que un mini crédito ICO a un taller pequeño o mediano, a pesar de que tenga las cuentas con proveedores y Hacienda perfectamente al día, y el crédito fuera para crecer y mejorar la producción. Le resulta más fácil a Prisa, editora de El País, recibir un crédito de varios millones de euros, estando a punto de declararse en quiebra en los Estados Unidos, que para mí un mini crédito de 4.000 euros, para pagar el sistema de seguridad a que me obliga la Delegación del Gobierno, que mejor que obligarnos a hacer falsos búnkeres de nuestros comercios, se dedicara a sacar delincuentes de la calle, no dejando ni a los del Senado y el Congreso.

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