martes, 19 de febrero de 2013

UNA COPIA EN PAPEL HIGIÉNICO.


Me cuenta un amigo que cuando escucha a un político decir que la justicia en España es independiente, le entran ganas de lanzarse a su cuello, apretárselo fuertemente hasta que los ojos se le salten de las órbitas y se le escape la lengua al exterior y, cuando haya salido en toda su longitud, cortársela para que no pueda volver a mentir en jamás de los jamases. Larga tarea sería la de mi amigo si fuera verdad que hiciera lo que dice apetecer pues, por querer hacer pasar una gran mentira por una sacrosanta verdad, todos estos políticos del saldillo, independientemente de su ideología y del partido al que estén uncidos, como bueyes al yugo de una carreta, usan la palabra “Independencia” unida a “Justicia”, como el primer mandamiento de su chunga religión, precisamente el mandamiento contra el que más pecan, en paralelo con el séptimo y el décimo mandamiento de la ley de Dios: “no hurtaras y no codiciarás los bienes ajenos”.

Ayer, los españoles, unos porque les gusta aburrirse como ostras y otros porque lo quiso la mujer (esposa) asistimos, a través de la pantalla de nuestras televisiones, a la Gala de los Goya que entrega la Academia de Cine.

El evento cinematográfico español es una copia en papel higiénico de los Oscar USA. Pero ¡quía! Lo fastuoso de la parafernalia de los americanos; el nivel profesional de los personajes a quienes se premia; el lujo de los vestidos y tocados de las señoras y la elegancia de los caballeros (aunque no lo sean); el recorrido por la alfombra roja de estrellas, actores y directores mundialmente famosos; y la gracia de los presentadores, hacen de la entrega de la deseada estatuilla un espectáculo grandioso, digno de ser visto.

Soportar a la presentadora, Eva Hache, con unos ropajes de dislocado corte que, con sus torpes movimientos, dejaban a la vista carnes que debieron tener mejor ver hace unos cuantos años; todos los modelitos que exhibió eran tan horribles, como el de casi todas las premiadas; los cabellos de la señora H, ¡qué coño cabellos! unos pelos tiesos como crin de burro, con apariencia de ser refractarios a los salones de peluquería, como los pelos de casi todas las premiadas. El paseo de todas ellas hacia el escenario, parecía un desfile de compradoras de un “todo a cien” de los chinos. La elegancia brilló por su ausencia. Eva Hache (¡quien la contrataría!), como animadora de la larguísima velada, encarno a la perfección el desagradable papelón de la desgracia de la gracia. Soportar sus chistes y chascarrillos supuso un suplicio mucho peor que el suplicio que inflingía el chino Fu Manchú, que consistía en clavarle a un humano astillas húmedas de bambú entre la uña y la carne de los dedos de los pies y de las manos, que poco a poco van hinchándose hasta separar con gran dolor uñas y carne; no tuvo gracia ni siquiera cuando intentó zaherir al gobierno, con obviedades que ya fueron usadas con mejor resultado por otros, con lo fácil que le hubiera sido a una persona inteligente hacer reír al personal, tan proclive, teniendo en cuenta algunas de las decisiones del presidente Rajoy, y de alguno de sus ministros/as del Gobierno.

Claro que no la mejoró ninguna de las penosas personalidades que se creyeron con el derecho y con la obligación, por ser miembros de la extinta hermandad de la ceja rampante, de hacer comentarios ácidos e “inteligentes” (posibilidad dudosa), contra el gobierno del PP, representado en la sal por el ministro de Cultura, señor Wert. Y no tuvieron más éxito que la señora H.

El rojerío adinerado, representado también en la sala por el “niño” Barden, le concedieron, a lo pucherazo, el Goya al mejor Reportaje. Era un reportaje que debe mostrar, pues apenas pudimos verlo, las dificultades de los saharauis. Es curioso, este rojo riquísimo, resulta que tiene la misma preocupación que siempre mostró el generalísimo Franco por el Sahara y los saharauis. El Caudillo no quería que el Sahara cayera en manos de Marruecos.

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