lunes, 11 de febrero de 2013

LLORA POR TI, ARGENTINA.

Argentina, como España, está pasando por duras dificultades para las que no encuentran soluciones sus políticos, encabezados por la presidenta doña Cristina Kirchner y Guillermo Moreno, el Subsecretario de Comercio que, según algunas informaciones, pone un arma sobre la mesa de negociaciones para obligar a la otra parte a plegarse a su opinión y deseo. La última ocurrencia que se les ocurrió a esta infeliz pareja, fue obligar a congelar precios a las cadenas de supermercados y electrodomésticos. Con la intención engañosa de que no bajara el consumo interior que, como todos hemos comprendido, se hace con la peregrina intención de que los argentinos no vean el deterioro de la economía.

La economía argentina se encuentra en tan mala situación, además de por la crisis que afecta a todos los países del mundo, por las malas actuaciones del subsecretario Moreno, y de la incapacidad total de la presidencia Cristina Kirchner para ejercer tan alta magistratura.

Todos los días por las calles de Buenos Aires, caminan pequeños grupos de “piqueteros” pidiendo a sus gobernantes cosas tan nimias, pero muy necesarias para ellos, como el pago de las becas de comedor. Es triste ver algunos barrios de esa gran capital, en no tan lejanos tiempos excedente de tantas cosas, entre ellas, productos alimenticios, como sus habitantes pasan necesidades, por la mala planificación y peor realización de su economía.

La falta de imaginación, no digamos de conocimiento, le llevó a Guillermo Moreno a prohibir a los comerciantes hacer propaganda de sus mercaderías en los medios de difusión durante los meses que ha determinado que dure la congelación impuesta. La medida no tiene nada que ver con el resultado de la congelación pero, sí perjudica, en paralelo, a las empresas de comunicación que no les son fieles.

El gobierno, por boca de Guillermo Moreno, admite que los precios en 2012, subieron el 10,8%, mientras las consultas privadas lo encaraman a un 25,6%; el engaño suele tener malas consecuencias para el engañador, aunque ahora parezca lo contrario. La inflación es tozuda y, como el agua cuando cae en demasía, por muchos diques que se le ponga, llega un momento que su fuerza los supera; los arrasa. Algún día, los argentinos, cansados de ser expoliados, oprimidos y ninguneados por el despotismo de estos políticos que, incomprensiblemente han aterrizado sobre las instituciones gubernamentales, haciendo presa delictiva en la riqueza nacional, digan ¡Basta! Y, pasando de la abulia inoculada por la sibilina opresión a que se les ha sometido, se lancen a recuperar la Argentina que doña Eva Duarte de Perón les dejó en su testamento.

¡No llores por mí, Argentina! Llora por ti.

Hoy, gracias a una compañía de televisión, de las pocas que van quedando, me he podido dar una vuelta por la Avenida Corrientes de Buenos Aires. He entrado en “El Ateneo”. Allí, ocupando uno de sus palcos (en tiempos fue un teatro), he podido, mientras leía a Borges, tomar un café, sentado cómodamente. Pero no he podido quedarme mucho, lo justo que dura un café templado porque, enseguida, he emprendido el camino para ver algunas otras librerías del libro viejo. De allí, me han llevado al Museo Nacional de Bellas Artes. El color rosado de su fachada contrastaba con el verdor de las hojas de los árboles y con la luminosidad del Sol. Después, para descansar, volvimos a Corrientes y entré en el McDonald’s, donde degusté una hamburguesa, me figuro que de vacuno argentino, acompañada de una cerveza de importación. La Avenida Corrientes, es esa maravilla de la que los argentinos deben sentirse orgullosos y, yo, a pesar de no ser argentino, si se me permite, también me siento orgulloso.

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