Nuestro parque delincuencial.

La delincuencia, por si la autóctona no fuera suficiente, la traemos de importación, como traemos el gas o el petróleo. Tenemos la representación activa de todas las mafias del mundo; aquí negocian y aquí blanquean sus grandes beneficios, y aquí sus sicarios asesinan a la manera de Chicago en los años 30; aquí han venido de todo el Mundo, por ser muy bien acogidos por el funcionamiento judicial, los mejores, profesionalmente hablando, carteristas; aquí han venido prostitutas de todas las razas y colores con los que el Señor decidió colorear al ser humano y con ellas y ellos, que también hay putos, también nos ha venido una legión de “chulos” y proxenetas; desde algunos países, muy cercanos, nos ha llegado en tropel, sin que ninguna autoridad se decidiera a intervenir, una legión de gitanos rumanos, que están robando todo lo que ven por donde pasan, sin importarles que sean los cables del fluido eléctrico, telefónico o las tuberías del gas.

La libre circulación de personas y capitales me parecería bien si de verdad fuera así: personas y capitales. Pero no es así, que va; los capitales, en la era zapateril, solamente han llegado pagando altos intereses; nadie, o, para ser exactos, casi nadie, en estos últimos ocho años, se ha atrevido a invertir un euro, viendo como nuestra industria iba cayendo en picado; la circulación de los capitales fue centrifuga, a la carrera. Lo que sí circuló, para encallarse aquí para siempre, fue lo peor de cada país; la hez de las sociedades de Europa; America; Asia; África; Oceanía. Hay que cree que hasta del Polo Norte ¿Sería un pingüino?

Bueno, pues entre tanta gentuza que ha venido a enriquecer nuestro “parque delincuencial”, hace unos años vino un tal Javier Viroga (no confundirse con Viagra) de nacionalidad uruguaya, y profesión cineasta. Este sujeto, que ayer fue enjuiciado por un asunto de abusos deshonestos a mayores y menores, tenía montada una escuela de cine, Orson the Kid, en la que impartía clase a jóvenes con inquietudes cinematográficas. “Educar a los niños en el arte cinematográfico, y hacerlo en libertad contribuye a que en un futuro cercano, nuestro jóvenes espectadores sean más selectivos con lo que ven y hacen”. Las niñas que han denunciado el hecho en Comisaría tienen edades de 14, 15 y 17 años. A una de las chicas, de 15 años, la obligó a quitarse la parte superior de su ropa y le pidió que interpretase escenas eróticas con él en la réplica. A otra chiquilla le pidió que se tumbara en el suelo y, una vez en el suelo, él se puso sobre ella. Su forma de actuar era montar casting en su casa, a los que invitaba a las muchachas, de una en una, haciéndoles creer que asistirían al casting más compañeros. Pero lo que podría haber sido un escándalo de gran magnitud es que el muy cabrón, pretendía montarlo de “película”, en la Villa Orson, una ciudad del cine dedicada al trabajo de los más pequeños con la infraestructura técnica adecuada. Y, dada la afición del pájaro, esa Villa, podría terminar siendo la sede de una secta, que como la mayoría de ellas, sería su “picadero” personal.

No, no hay dinero para pagar las medicinas; no hay dinero para pagar las prótesis dentales a los abuelos; no hay suficiente dinero para servicios sociales, pero si hay dinero para subvencionar la escuela de este extranjero abusador, por parte del ministerio de Cultura. ¡Hace falta ser gilipollas! seño Sinde.