martes, 27 de diciembre de 2011

Muchas gracias, doña Esperanza.


Aprovechando las fechas navideñas, en las que los católicos nos sentimos mejores, me dispongo, en un fuerte ataque de buenismo, a agradecer a doña Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid, el permiso que ha concedido al comercio madrileño para poder tener abiertos sus locales las veinticuatro horas que tiene el día. 

Muchas gracias, doña Esperanza, porque esta ordenanza que usted ha promulgado, abre la posibilidad de crear un buen numero de puestos de trabajo, sobre todo, como ya he reconocido anteriormente, en el comercio madrileño, en la capital y en el total de la región. Muchas gracias doña Esperanza, porque quizá, alguno de esos nuevos puestos de trabajo que usted augura, podríamos aprovecharlos mis dos hijos y yo, cuando, como consecuencia de su ventajosa iniciativa, tenga que cerrar mi pequeño comercio, apabullado por el poderío de las grandes extensiones, que serán los únicos comercios que aprovecharán la posibilidad de estar abiertos al publico las veinticuatro horas, los trescientos sesentaicinco días del año, debido a su capacidad de crear varios turnos de empleados.

Ya se o, al menos, me lo figuro, que esta novedosa medida tan beneficiosa para todos, público comprador y comercio en general, está tomada con la mejor de las voluntades que a su señoría se le supone. ¡Qué Dios nos proteja! El camino del Infierno está enlosado de buenas voluntades.

A partir del día fijado, no habrá en toda la comunidad madrileña nadie que, queriendo comprar, no encuentre donde hacerlo. Que a las tres de la madrugada alguien necesita un kilo de lentejas, se tirará a la calle y siempre encontrará tres o cuatro mil tiendas de comestibles abiertas, con sus sonrientes empleados, prestos a servirle. Que a las cuatro de la madrugada una señora o señorita se acuerda de que necesita un sostén, pues se tirará a la calle y siempre encontrará tres o cuatro mil lencerías abiertas, con sus sonrientes empleadas, prestas a elevarles los senos con unos lindos sostenes. Que a las seis menos veintidós minutos de la madrugada alguien que ha ligado a una bella señorita necesita un preservativo, se lanza a la carrera, antes de que se apague el fuego, a la calle y siempre encontrará tres o cuatro mil farmacias abiertas, con sus sonrientes empleados dispuestos a proveerle con una caja de diez o veinte unidades, por si acaso.

Y, también, si algún madrileño, a las cuatro de la tarde del último día hábil de pago, se acuerda de que no ha pagado el permiso de circulación de su coche; si un madrileño, a las dos y cuarto de la tarde del último día hábil de pago, se acuerda de que tendría que haber pagado el IBI y no lo ha hecho; si algún madrileño, a las seis de la tarde del último día hábil de pago, se le pasa la hora de cierre de alguna oficina de cobro de impuestos del Ayuntamiento o de la Autonomía… se jode, que tendrá que pagar el veinte por ciento de recargo, porque la señora doña Esperanza Aguirre no ha tenido tiempo para pensar que si estuvieran abiertas las veinticuatro horas de los trescientos sesenta y cinco días del año las oficinas de los ayuntamientos y de la Autonomía que preside, podría crear unas cuantos puestos de funcionarios más, para unirlos a los puestos que su medida, de no cierre, presuntamente creará y, así, los madrileños, además de poder comprar a la hora que nos saliera del ano -culo en castellano-, también a esa misma, o parecida hora, podíamos pagar los impuestos –sin recargo- de los que usted, mi señora doña Esperanza y sus ministrines, cobran sus sueldos. Cada pequeño comercio que por su culpa se vea en la necesidad de cerrar, será un voto en contra en las próximas elecciones autonómicas

Por lo general, las grandes superficies comerciales cotizan en bolsa. Ya me gustaría saber quienes son los dueños de esas acciones.

1 comentario:

Rafa España dijo...

Yo, que también soy un tendero, veo en esta disposición de apertura permanente un peligro para todo el pequeño comercio.
Se protegen las comadrejas y las águilas, los delfines y los osos panda pero a los pequeños comercios hay que exterminarlos a todos.
Será que no les somos rentables. Los "hiper" manejan mucha pasta y es por ellos por los que Esperanza se desvive. Lo que no le importa a la presidenta es el dudoso origen de esa pasta y eso... dice mucho de ella.