domingo, 11 de diciembre de 2011

El misterio es no malgastar.


Reconozco que el conocimiento que sobre la economía tengo es, solo y exclusivamente, la economía de mi bolsillo, que ahora que no oye nadie os puedo asegurar que tiene muy poco fondo; este es un problema al que le dedico poco tiempo, hay cosas más importantes en la vida de los seres humanos y "también en la mía". ¿Qué cómo vivo? Pues la mar de tranquilo, cuando salgo a la calle sé que nadie me va a poder robar ni un perro chico. 

Dicho lo cual, que deja en claro mi cuenta corriente, lo que si me gustaría decir es que, si cada uno de nosotros, una vez echadas las cuentas de lo que vamos a ganar al año, nos ajustáramos a no meternos en gastos superiores a nuestros ingresos, nuestro corazones serían menos propicios al infarto, y hasta seriamos más felices, y los bancos estarían más jodidos. Eso, a nivel de “currito de a pié”; imaginaros si los gobiernos que nos han dirigido en estos últimos treinta y seis años, que no son pocos, hubieran actuado de la misma manera, España, como se merece por su Historia, sería una de las potencias económicas del Mundo. El misterio es no malgastar ni tirarse los pedos más altos que el culo. Si un cabeza de familia, no puede comprar a sus tres hijos zapatos al mismo tiempo, lo hará en meses consecutivos y, de esa forma, no se meterá en deudas. Si un Estado no puede tener diecisiete gobiernillos, cuarenta y una diputaciones, siete cabildos, cuatro consejos insulares y más de ocho mil ayuntamientos, lo que debería hacer, es reducir a lo imprescindible estas instituciones que, aproximadamente al día de hoy, generan un gasto superior a veintiún millones de euros, a los que habrían que sumar los costes de la Corona, el Senado, el Congreso de los Diputados y el Gobierno de la Nación, que no es moco de pavo.

Todo ese enjambre, en muchísimos casos, de seres ociosos, debería ser reducido, y en varios casos, defenestrados, ya que ni siquiera en la Constitución especifica cuál es su tarea.

Los dineros de mi bolsillito, los invierto de la manera que mayor beneficio me produce; por ejemplo, en vez de comprar 100 gramos de angulas, que solo podría comer yo ¡faltaría más! compro un pollo; una docena de huevos; dos kilos de patatas, un kilo de carne para guisar… y comemos toda la familia, con el mismo coste, durante una semana, y todos estaremos mejor alimentados. Consecuencia práctica; el Gobierno debe invertir adecuadamente nuestro dinero, para que sea capaz de crear empresas que generen puestos de trabajo, que es la energía que crea la riqueza, que beneficie a todos.

En estos momentos -subiéndome unos peldaños-, si las cosas, los que mandan en Europa, no hacen bien, es muy posible que entremos en la peor década, del siglo pasado y del poco siglo que llevamos arrastrando de este; ellos tienen en sus manos las vidas y las haciendas de muchos millones de europeos; deben reaccionar, ya, mañana puede ser, exagerando por lo que merma, tarde ¡enchufen de una puñetera vez la máquina de imprimir toda clase de billetes de euros! Es imprescindible bajar la cotización del euro, para poder competir en igualdad, al menos, con el dólar. Deberían inundar Europa con euros, para que los créditos a la industria le ayude a reflotarse; si esto no se hace con prontitud, Europa volverá a ser ese trozo del Mundo, viejo, triste y sin personalidad propia. 

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