viernes, 10 de junio de 2011

Paciencia, y a seguir hilando.

Es verdad que desde la muerte de Franco, España ha cambiado una barbaridad, tanto que como dijo el sinvergüenza de Alfonso Guerra, ya no la conoce ni la madre que la parió. Somos muchos millones de españoles los que transitamos por las calles de sus ciudades, pueblos o villorrios y, a pesar de que vamos a nuestros trabajos, a nuestras casa o paseamos sin rumbo fijo disfrutando del paisaje, lo hacemos como si lo hiciéramos por un país extranjero en el que viviéramos de prestado. Ya no la conocemos, como no conocemos a sus gentes más notorias y representativas, dividida en tribus urbanas, de comportamiento vano y estrafalario: raperos, latin king, emos, grunges, góticos, heavies, hippis, mods, pijos, punk, ska, heads, sharps…
Ahora ya no, pero al principio, cuando veía por la calle algún miembro o miembra de estas tribus, me paraba para buscar alguna “cámara oculta” que estuviera grabando para alguna emisora de televisión. Tardé mucho en comprender que aquellas cosas que caminaban y parecían seres humanos, en verdad, eran seres humanos, aunque no lo parecieran. Mi cerebro na da para estas fantasías.
Me cuentan que el tema de las tribus urbanas en Madrid, no es una cosa novedosa porque ya por el siglo XVIII, habitaban unos seres diferentes, en las clases altas, llamados “Donlindos”; así se les conocía por que eran ricos, que no desempeñaban ocupación u oficio. Por la misma época existía otra, llamémosle tribu, que respondía al apelativo de “Petimetres”; estos ya no eran de la clase alta de la aristocracia, pero les gustaba, entre otras muchas cosas, viajar; eran fácilmente reconocibles porque de sus viajes, traían moda extranjera: calzones ceñidos, medias de seda, camisolas de volantes… una maravillosa horterada. Sus formas más notorias de comportamiento, ellas, les gustaban las joyas hasta el abuso; organizaban fiestas sin ton ni son y charlaban hasta por los codos. Y, tanto a ellas como a ellos, les gustaba utilizar palabras tontas y neologismos.
Y, como no hay dos sin tres, con las otras dos tribus coexistía “El Majo Madrileño”; este exageraba su rasgo racial de la misma manera que despreciaba todo lo que viniera del extranjero. Usaba calzones ceñidos, camisas bordadas, chalecos, zapatos con hebilla y redecillas en la cabeza. A cualquiera de estas tres tribus del XVIII, puestas al día, hoy, paseándose por “La Puerca del Sol”, los “okupas” de la Plaza, cultivadores de toda clase de parásitos, les llamarían “fachas”.
A mí esto de las tribus, la verdad, me tiene descolocado. Yo solamente conocía las tribus clásicas: los Sioux; Cheyenne; Apache; Pies Negros; Navajos; Cherkés; Comanche… Creo que portaban en sus cabelleras, debajo del penacho de plumas, unos piojos tan grandes, como los que tienen entre sus “rastas” muchos de los usurpadores del centro de Madrid.
Ya va quedando menos para el día de la gran diáspora. Los muy golfos piden que no se aireen las chorizadas que se encuentren en las Autonomías y municipios ex socialistas, porque ello nos coloca en mal lugar ante los ojos de nuestros socios europeos, y ante nuestros prestamistas. Lo que nos pone a los pies de los caballos es, su desvergüenza; su choriceo y su incapacidad.
En fin; vamos terminando que esto me está saliendo demasiado largo, y no quisiera que me tengáis por un “tío plas”. Ah; todavía no ha aparecido nadie que quiera liderar El PE2 (Partido encantador 2). Paciencia, y a seguir hilando.

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