No sé yo que haya en este momento palabras más eficaces ni oradores tan elocuentes como las lágrimas.
Estamos en tiempos de ofertas, promesas y sonrisas. Una manada de compradores de votos se han lanzado al camino rodeados de una corte de “plumíferos”, cámaras recoge imágenes, asesores de decires y haceres y asistentes de todo tipo. En este país se ha acabado la pasta dental que blanquea los dientes; los políticos/ticas, han arramplado con toda la producción, para poder ofrecer una brillante sonrisa.
Ofertas; de todo tipo. Los que se presentan como oposición al que en estos momentos ostenta el cargo, abre el saco de las dádivas y ofrece aquello, que como en el caso de Madrid, sabe de su derrota sin paliativos, y que por eso es imposible dar, y sin importarle lo doloroso que puede resultar, ofrece crear un alto número de puestos de trabajo, abriendo un resquicio de esperanza a personas con mil necesidades que cubrir. Esta sabandija, Tomás Gómez, que lleva esculpidas en la nalga las siglas socialistas, sinónimo de sinvergüenza, amenaza a los madrileños con crear un banco autonómico. ¿Os imagináis mis apreciados camaradas, los fondos de un banco en manos de estos filibusteros? En fin, no es el ataque a este perdedor ni la loa a la señora Aguirre de lo que quiero hablar, sino de la elocuencia de las lágrimas de cinco millones de parados que, como nos ocurre a muchos el día 23 de diciembre, les habrá visto pasar sonrientes ofreciendo, si les votan, solución a todos sus males y, el día 23 de mayo, decepcionados, se levantaran con el estómago tan vacío, como se acostaron la noche anterior.
El gran circo electoral lleva cuatro días mitineando, la diestra, la siniestra y los comparsas, por toda la piel de toro (me cuesta mucho gastar en “eso” el nombre de mi patria); los saltimbanquis de los partidos, como el baúl de la Piquer, botan y rebotan de ciudad en ciudad; de pueblo en pueblo, repitiendo los mismos mentirosos discursos tratando, con engaños, de llevar las manzanas a sus cestos. Y al final de cada mitin, siempre hay quien le dice al orador: “que elocuente has estado”. No sé yo que haya en este mundo palabras más eficaces ni oradores tan elocuentes como las lágrimas de un parado; de un desahuciado de su casa, de su pequeño negocio; de unos viejos que deben recoger a sus hijos, a sus nueras o yernos y a sus nietos, y compartir con ellos sus escasas y bien sudadas pensiones.
Aún quedan diez días de “charibari”; aún nos quedan diez días y la traca final. Los ganadores exultantes en todas las pantallas de nuestros televisores; sus votantes en sus casas o en la calle, locos de contentos creyéndose ganadores, tan ganadores como los que están brindando con champán en las sedes de sus partidos. Y los perdedores... perdón, en las elecciones, al menos en este país, nadie pierde, por malos que sean los resultados. ¿Nadie pierde? Sí, claro que sí; tú, que el día 24 de mayo de 2011, una entidad de crédito (banco o caja, que habrá sido salvada en parte con el dinero de tus impuestos) se quedará con tu vivienda por no haber podido pagar la hipoteca; tú, que perderás tu pequeño negocio por no haber podido satisfacer el pequeño crédito que te dieron; tu, autónomo, que con la llegada de los nuevos “capos” en las autonomías y en los ayuntamientos, verás cómo se dilatan, aún más, tus posibilidades de cobrar tus servicios.
No sé yo que haya en este país palabras más eficaces ni oradores tan elocuentes como las lágrimas de un padre y una madre, por no poder darle de comer a su hijo.
Queridos camaradas: esto, es la Democracia.
Estamos en tiempos de ofertas, promesas y sonrisas. Una manada de compradores de votos se han lanzado al camino rodeados de una corte de “plumíferos”, cámaras recoge imágenes, asesores de decires y haceres y asistentes de todo tipo. En este país se ha acabado la pasta dental que blanquea los dientes; los políticos/ticas, han arramplado con toda la producción, para poder ofrecer una brillante sonrisa.
Ofertas; de todo tipo. Los que se presentan como oposición al que en estos momentos ostenta el cargo, abre el saco de las dádivas y ofrece aquello, que como en el caso de Madrid, sabe de su derrota sin paliativos, y que por eso es imposible dar, y sin importarle lo doloroso que puede resultar, ofrece crear un alto número de puestos de trabajo, abriendo un resquicio de esperanza a personas con mil necesidades que cubrir. Esta sabandija, Tomás Gómez, que lleva esculpidas en la nalga las siglas socialistas, sinónimo de sinvergüenza, amenaza a los madrileños con crear un banco autonómico. ¿Os imagináis mis apreciados camaradas, los fondos de un banco en manos de estos filibusteros? En fin, no es el ataque a este perdedor ni la loa a la señora Aguirre de lo que quiero hablar, sino de la elocuencia de las lágrimas de cinco millones de parados que, como nos ocurre a muchos el día 23 de diciembre, les habrá visto pasar sonrientes ofreciendo, si les votan, solución a todos sus males y, el día 23 de mayo, decepcionados, se levantaran con el estómago tan vacío, como se acostaron la noche anterior.
El gran circo electoral lleva cuatro días mitineando, la diestra, la siniestra y los comparsas, por toda la piel de toro (me cuesta mucho gastar en “eso” el nombre de mi patria); los saltimbanquis de los partidos, como el baúl de la Piquer, botan y rebotan de ciudad en ciudad; de pueblo en pueblo, repitiendo los mismos mentirosos discursos tratando, con engaños, de llevar las manzanas a sus cestos. Y al final de cada mitin, siempre hay quien le dice al orador: “que elocuente has estado”. No sé yo que haya en este mundo palabras más eficaces ni oradores tan elocuentes como las lágrimas de un parado; de un desahuciado de su casa, de su pequeño negocio; de unos viejos que deben recoger a sus hijos, a sus nueras o yernos y a sus nietos, y compartir con ellos sus escasas y bien sudadas pensiones.
Aún quedan diez días de “charibari”; aún nos quedan diez días y la traca final. Los ganadores exultantes en todas las pantallas de nuestros televisores; sus votantes en sus casas o en la calle, locos de contentos creyéndose ganadores, tan ganadores como los que están brindando con champán en las sedes de sus partidos. Y los perdedores... perdón, en las elecciones, al menos en este país, nadie pierde, por malos que sean los resultados. ¿Nadie pierde? Sí, claro que sí; tú, que el día 24 de mayo de 2011, una entidad de crédito (banco o caja, que habrá sido salvada en parte con el dinero de tus impuestos) se quedará con tu vivienda por no haber podido pagar la hipoteca; tú, que perderás tu pequeño negocio por no haber podido satisfacer el pequeño crédito que te dieron; tu, autónomo, que con la llegada de los nuevos “capos” en las autonomías y en los ayuntamientos, verás cómo se dilatan, aún más, tus posibilidades de cobrar tus servicios.
No sé yo que haya en este país palabras más eficaces ni oradores tan elocuentes como las lágrimas de un padre y una madre, por no poder darle de comer a su hijo.
Queridos camaradas: esto, es la Democracia.
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