Sobre la carrera a la que parece haberse dado ya salida en el PSOE, por la cabecera de la lista electoral para las próximas elecciones generales, el ministro “sorprendido”, José Blanco, en declaración hecha al diario el Mundo, ha venido a decir que “no es lo más importante el jinete, sino el caballo”. Haría bien el ministro en averiguar si alguno de sus compañeros ha perdido el caballo e, intentando valerse de un burro, salte a sus ministeriales lomos y, a talonazos en los bajos, le obligue a transportarle hasta la meta.
Va a ser muy divertido, y más para quienes como nosotros, en lo que se refiere a tal festejo, la cosa nos tiene al fresco. Y en donde la diversión ha de ser como de película golfa, va a ser, precisamente, en las luchas intestinales del PSOE. ¿Os acordáis de la primera vez que ganó doña Esperanza Aguirre las elecciones por la cosa esa de las siete estrellas… ¡hay que coño de memoria! Si… eso… la Comunidad Autónoma de Madrid?
Pues lo de entonces, un cuento de hadas madrinas para lo que se avecina. Más de uno, a estas horas, ya ha afilado la navaja cabritera. En unos poco meses aparecerán dossieres con graves acusaciones a personajes relevantes, cuidadosamente velados, pero reconocibles, que obliguen a abandonar. Quizá sea el momento en el que lleguemos los españoles a saber cómo han sido adquiridos algunos patrimonios; quienes han traicionado a España, negociando con la banda terrorista ETA; quien dio la orden para que hicieran desaparecer los trenes, y con ellos las pistas, del desgraciado 11-M; quien es el que tuvo gran interés en que no se esclareciera quienes fueron los verdaderos culpables del terrible atentado; es posible que sea durante la enconada carrera, cuando nos enteremos, además de colocar a la niña en la empresa X, a cuanto ascendió la comisión exigida (la clásica mordida); tal vez nos enteremos que el presidente de una Autonomía, es co-responsable de la muerte de los componentes de un grupo de voluntarios en el incendio de un monte; de cómo se dan obras a los amiguetes en Galicia, con la lejana contemplación de la cúpula de un ministerio. Y, entre sangre y sangre (roja; muy roja), veremos, ¡al fin! desaparecer de la esfera política a gran número de sabandijas, sanguijuelas, chupasangres, analfabetos e hijos/as de “mamás de moral hipotecada”.
Vendrán otros, me diréis. ¡Pues claro que vendrán otros! Y serán tan cabrones/as cómo los que se vayan. Pero, aunque no creamos que es la mejor de todas las posibilidades, gobernaran los “otros” que, por mal que lo hagan, lo harán mejor, aunque solo fuera por su preparación intelectual.
Ayer oí decir a alguien en una tertulia de una televisión algo que me gustó tanto, que no me resisto a hacerlo mío, con el permiso, seguro que me lo daría, de quien allí lo soltó, lo que sirvió para organizar un pequeño altercado: “no se reconoce al culpable mientras no se prueba el delito; yo, a los socialistas, no les reconozco decentes, mientras no se pruebe que no han delinquido”. Este pensamiento tiene la suficiente enjundia cómo para que sea impreso en el libro de los “Más Esclarecedores Proverbios de Todos los Siglos”.
Va a ser muy divertido, y más para quienes como nosotros, en lo que se refiere a tal festejo, la cosa nos tiene al fresco. Y en donde la diversión ha de ser como de película golfa, va a ser, precisamente, en las luchas intestinales del PSOE. ¿Os acordáis de la primera vez que ganó doña Esperanza Aguirre las elecciones por la cosa esa de las siete estrellas… ¡hay que coño de memoria! Si… eso… la Comunidad Autónoma de Madrid?
Pues lo de entonces, un cuento de hadas madrinas para lo que se avecina. Más de uno, a estas horas, ya ha afilado la navaja cabritera. En unos poco meses aparecerán dossieres con graves acusaciones a personajes relevantes, cuidadosamente velados, pero reconocibles, que obliguen a abandonar. Quizá sea el momento en el que lleguemos los españoles a saber cómo han sido adquiridos algunos patrimonios; quienes han traicionado a España, negociando con la banda terrorista ETA; quien dio la orden para que hicieran desaparecer los trenes, y con ellos las pistas, del desgraciado 11-M; quien es el que tuvo gran interés en que no se esclareciera quienes fueron los verdaderos culpables del terrible atentado; es posible que sea durante la enconada carrera, cuando nos enteremos, además de colocar a la niña en la empresa X, a cuanto ascendió la comisión exigida (la clásica mordida); tal vez nos enteremos que el presidente de una Autonomía, es co-responsable de la muerte de los componentes de un grupo de voluntarios en el incendio de un monte; de cómo se dan obras a los amiguetes en Galicia, con la lejana contemplación de la cúpula de un ministerio. Y, entre sangre y sangre (roja; muy roja), veremos, ¡al fin! desaparecer de la esfera política a gran número de sabandijas, sanguijuelas, chupasangres, analfabetos e hijos/as de “mamás de moral hipotecada”.
Vendrán otros, me diréis. ¡Pues claro que vendrán otros! Y serán tan cabrones/as cómo los que se vayan. Pero, aunque no creamos que es la mejor de todas las posibilidades, gobernaran los “otros” que, por mal que lo hagan, lo harán mejor, aunque solo fuera por su preparación intelectual.
Ayer oí decir a alguien en una tertulia de una televisión algo que me gustó tanto, que no me resisto a hacerlo mío, con el permiso, seguro que me lo daría, de quien allí lo soltó, lo que sirvió para organizar un pequeño altercado: “no se reconoce al culpable mientras no se prueba el delito; yo, a los socialistas, no les reconozco decentes, mientras no se pruebe que no han delinquido”. Este pensamiento tiene la suficiente enjundia cómo para que sea impreso en el libro de los “Más Esclarecedores Proverbios de Todos los Siglos”.
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