jueves, 17 de febrero de 2011

Homenaje desapasionado a un gran deportista.


Después de ver el partido que dieron por televisión, Valencia-Salke o4, que terminó con empate a un tanto, llegué a la siguiente conclusión: Dios es raulista.
Sin apasionamiento; haciendo en pequeño y rápido estudio sobre la trayectoria de Raúl González Blanco como profesional del fútbol, he llegado a ver en él todas las virtudes que, para triunfar en la vida, son imprescindibles. Sencillez, humildad, seriedad, honestidad, sacrificio, generosidad, respeto, ilusión, valor, interés, amor a la profesión. Todo eso es Raúl.
Algún día, alguien tendría que hacer un reportaje sobre su periplo profesional, y hacerlo pasar, como materia imprescindible, por colegios, institutos y universidades, fábricas, pequeños talleres y toda clase de comercios con la inexcusable obligación de interiorizarlo. Nadie que en el estudio o en el trabajo o en su desarrollo humano ponga las virtudes “Raúl”, tendría posibilidad de fracasar. Tampoco les vendría mal que lo repasaran los políticos.

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