"Estamos mejor que hace treinta años".
Esta es la letanía que desde hace algunos días escuchamos, como si de un eslogan publicitario de unas compresas se tratara. Y a mí me gustaría pedirles a quienes repiten esa aseveración, que hicieran balance de la situación actual, y separaran en distintos renglones, las cosas que creen ellos que son positivas y en otro, en paralelo, las cosas negativas, unas y otras, acumulados en estos treinta últimos años.
Por lo que normalmente les escucho, es “LA LIBERTAD”, estado, en grado superlativo, que enarbolan con más ahínco, como si la libertad que ellos reclaman, y dicen ahora disfrutar, fuera por sí sola, el pan, el agua y la sal de la vida. Después de su declaración de libertad alcanzada en, sobre todo, estos últimos treinta años, prácticamente no les es fácil encontrar algo verdaderamente trascendental. Y en un arranque de burro viejo, dicen que los partidos políticos; las bodas entre personas del mismo sexo; el aborto para criaturas menores de edad, y sin consentimiento paterno; la píldora de día después; y la nueva denominación de los padres, que pasan a ser progenitores y… ¡joder! Casi me olvido de dos importantísimas, según dicen, la ley de memoria histórica y la ley de educzación para la ciudadanía.
Yo, a estos soplaboinas, les cedería unos cuantos renglones de esta entrada para, con la mayor LIBERTAD, sin mi influencia, pero si con mi atención, pusieran lo negativo, lo que perjudica a la práctica totalidad –hay que dejar espacio para toda clase de sinvergüenzas, entre los que se encuentran los políticos- de los españoles, lo que atañe a ellos, en particular. ¡Claro que no! Ni atados aceptarían el reto. Así que tendré que ser yo quien enumere las cosas que negativamente nos flagelan a los españoles, además de coartar nuestra libertad, que por ser la nuestra, la escribo en minúsculas.
En estos últimos treinta años, y los seis anteriores, hemos perdido la libertad de estar en nuestras casas sin el temor, más que posible, de ser asaltados, si estamos dentro, o robados en nuestra ausencia. En algunas de nuestras provincias, los escolares han perdido la libertad de ser educados en el idioma oficial de España. Nos han dejado, de momento, tambaleando la convivencia familiar, después de haber terminado con la convivencia interprovincial, y con la convivencia laboral.
En estos apestosos treinta años que tanto les gustan a Su Majestad y a los políticos del sistema, se ha llegado al deshonroso primer puesto del paro, en mundo civilizado; a los niveles más bajos de competitividad, entre los países de la Comunidad Europea; niveles bajísimos en la enseñanza. Nos han obligado a tener que volver, con nuestras pensiones, a cuidar de nuestros hijos, de sus parejas, de sus hijos, al quedar estos en el paro y, en algunos casos, desahuciados de sus viviendas a medio pagar. Han dejado perder gran parte del tejido industrial y comercial, con lo que la recuperación, si no imposible, si será más difícil y lenta. En estos treinta años nos han “importado” lo peor de la delincuencia de todo el mundo, por la permisividad de las leyes. Han corrompido todo el estamento judicial y policial…
¿Sigo? Mejor seguiré en otro momento porque me estoy cogiendo un cabreo…
Por lo que normalmente les escucho, es “LA LIBERTAD”, estado, en grado superlativo, que enarbolan con más ahínco, como si la libertad que ellos reclaman, y dicen ahora disfrutar, fuera por sí sola, el pan, el agua y la sal de la vida. Después de su declaración de libertad alcanzada en, sobre todo, estos últimos treinta años, prácticamente no les es fácil encontrar algo verdaderamente trascendental. Y en un arranque de burro viejo, dicen que los partidos políticos; las bodas entre personas del mismo sexo; el aborto para criaturas menores de edad, y sin consentimiento paterno; la píldora de día después; y la nueva denominación de los padres, que pasan a ser progenitores y… ¡joder! Casi me olvido de dos importantísimas, según dicen, la ley de memoria histórica y la ley de educzación para la ciudadanía.
Yo, a estos soplaboinas, les cedería unos cuantos renglones de esta entrada para, con la mayor LIBERTAD, sin mi influencia, pero si con mi atención, pusieran lo negativo, lo que perjudica a la práctica totalidad –hay que dejar espacio para toda clase de sinvergüenzas, entre los que se encuentran los políticos- de los españoles, lo que atañe a ellos, en particular. ¡Claro que no! Ni atados aceptarían el reto. Así que tendré que ser yo quien enumere las cosas que negativamente nos flagelan a los españoles, además de coartar nuestra libertad, que por ser la nuestra, la escribo en minúsculas.
En estos últimos treinta años, y los seis anteriores, hemos perdido la libertad de estar en nuestras casas sin el temor, más que posible, de ser asaltados, si estamos dentro, o robados en nuestra ausencia. En algunas de nuestras provincias, los escolares han perdido la libertad de ser educados en el idioma oficial de España. Nos han dejado, de momento, tambaleando la convivencia familiar, después de haber terminado con la convivencia interprovincial, y con la convivencia laboral.
En estos apestosos treinta años que tanto les gustan a Su Majestad y a los políticos del sistema, se ha llegado al deshonroso primer puesto del paro, en mundo civilizado; a los niveles más bajos de competitividad, entre los países de la Comunidad Europea; niveles bajísimos en la enseñanza. Nos han obligado a tener que volver, con nuestras pensiones, a cuidar de nuestros hijos, de sus parejas, de sus hijos, al quedar estos en el paro y, en algunos casos, desahuciados de sus viviendas a medio pagar. Han dejado perder gran parte del tejido industrial y comercial, con lo que la recuperación, si no imposible, si será más difícil y lenta. En estos treinta años nos han “importado” lo peor de la delincuencia de todo el mundo, por la permisividad de las leyes. Han corrompido todo el estamento judicial y policial…
¿Sigo? Mejor seguiré en otro momento porque me estoy cogiendo un cabreo…
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