jueves, 4 de julio de 2024

EL CAPITALISMO.

No quedé varado en la noria hidráulica, ni en el arado romano, y aunque con un montón de años sobre los hombros, tengo suficiente criterio para reconocer la meritoria traída de aguas por tuberías, con la inestimable ayuda de ingenios electrónicos y también reconozco la labor de los tractores de 600 caballos; pero lo que me cuesta entender es la filosofía que utilizan algunos -¡no son pocos!- para cubrir al Capitalismo con el magnánimo manto del progresismo y adalid de la evolución con símiles muy discutibles, como lo que he escuchado esta mañana que, siendo verdad y hasta muy razonable aquello que se defendía, desnudito, en los putos cueros, lo normal es que se les vuelva como una cobra cabreada, contra quienes los utilizan sin ciencia: “en vez de tener 200 campesinos arando ahora tenemos a un agricultor que ha ido a la universidad encima de un tractor de 600 caballos. El hombre que tenemos en el tractor es mucho mas productivo y puede hacer más trabajo con menor esfuerzo”. Ocurre que inmediatamente después de aceptar como benigno al Capital -el tractorazo-, se nos quedan 200 hombres sin empleo, 200 familias con serias posibilidades de malvivir con el escaso subsidio del Estado el resto de sus días -y no vamos a hablar de las dificultades de sus descendientes.

Cuando a la industria, para su progreso innovador llegan novedosos ingenios ¿se piensa, se toma alguna medida que asegure el futuro de quienes dejan de ser necesarios? Esas situaciones, que las vemos a diario son, si queremos darnos por enterados, las “pequeñas” cositas del camuflado Capitalismo. Del mismo origen y del mismo mal han muerto en casi toda nuestra patria cientos de miles -quizás algún millón- de pequeñas y medianas empresas, mientras crecen como mala hierba las grandes superficies.

Lo cierto es que cuando se habla para ser escuchado y se escribe para ser leído, es necesario tener a mano la báscula de pesar y la vara de medir para que, dando peso y talla, no pueda caber el que nadie se sienta confundido. El Capitalismo y el Capital son santos de distintas ermitas. A uno le importas tu y al otro, tu dinero. Son como el vehículo que lleva a la novia a la iglesia para casarse y el vehículo que lleva al difunto al cementerio, ambos son coches, pero con muy distintas labores y muy distintos destinos.

Para crear una empresa, por pequeña y humilde que sea, el dinero, el Capital, es imprescindible para cubrir los costes de ubicación y el aprovisionamiento de la mercadería con la que se negocia.

¡Mucho ojo si vas triunfando…!  El Capitalismo está presente.

Eloy R. Mirayo.


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