martes, 29 de junio de 2021

EN ESTADO DE DESINTEGRACIÓN.

El común de la población española, pienso yo, que tenemos una visión distorsionada de la realidad en la que nos movemos -de lo que nos hace pensar y actuar a diario- de una manera que observado de lejos y sin "participación" parecería absolutamente natural. 

Eso es una gran equivocación en la que de forma incauta se ha caído y siguen cayendo las sucesivas generaciones, desde octubre de 1975; creer que los problemas que gravitan sobre nuestras cabezas hemos de cargar con ellos por ser los problemas que atañen a todo habitante de este país, se encuentre donde se encuentre dentro de nuestros limites territoriales, es un proceder inconsciente que incapacita para ver y discernir la gravedad y el perjuicio que la perversa artimaña lleva en su vientre, aquello que  de manera interesada tienen puesta en circulación esas fuerzas ocultas para conseguir la destrucción de la unidad de España.

Esa gentuza, hijos de mala madre y peor padre, que con toda clase de disimulos ha puesto el señuelo y nosotros hemos aceptado la disimulada equivocación como si fuera una verdad indiscutible. 

Esa propuesta es igual que la propuesta cinematográfica que siempre hace el peculiar cineasta español Santiago Segura, con el estreno de sus películas -creo que es obligada acepción- en las salas comerciales de exhibición. El sin más pone en la calle el "producto"; la equivocación la cometen quienes pagan por una entrada y tienen el discutible gusto de sentarse ante la pantalla.

Es cierto que del cien por cien de los problemas que con tanta facilidad es capaz de crear el gobierno central, una buena parte de ellos, cada español de manera alícuota, recibirá su parte que ha de acarrear sobre su espalda, en colección con lo que cada uno tenga recibido más lo que seguirá recibiendo por parte de su gobiernillo  autónomo y de su ayuntamiento, que tampoco son mancos.

El resultado de ver distorsionada la realidad es lo que poco a poco -ya se se está haciendo bastante notorio el horrible sabor a Ricino- viendo lo poco que un murciano le interesa a un "castellano viejo", que no es superior ni inferior de lo que al murciano le interesa el "castellano viejo". Claro es que la misma "ecuación" es posible entre un andaluz y un gallego, o viceversa y así podríamos continuar suponiendo lo que cuenta un catalán para un "castellano nuevo", a un balear de un canario y a un madrileño... mira tu por donde; este si; este si que es interesante para todos; los rojos desde siempre, pero con el coño de la pandemia de la Covid, aumentado y corregido, si que han estado jode que jode, poniendo a Madrid y a todos sus vecinos madrileños de nacimiento o de adopción, como indeseable infecto culpable -además de todo lo que de siempre se le inculpa- de la expansión de la pandemia por todo el territorio peninsular, por sus islas y hasta por sus plazas en tierra africana; del grandísimo sufrimiento que han padecido de los enfermos, y así culpables de las decenas de miles de personas que han perdido la vida.

La llegada de la pandemia ¿pudiera ser la esperada "aparición"? No podría asegurarlo pero de lo que no hay la menor duda es que las relaciones entre españoles, desenraizados, se empiezan a parecer mucho a las relaciones que se tienen con extranjeros que nos hablan en idioma de incomprensible sonido. Y eso es algo que también se parece a algo que se encuentra en estado de desintegración.

Eloy R. Mirayo.



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