Leyendo los periódicos o escuchando y viendo los espacios de radio o televisión, en los que participan, con sus condicionadas opiniones, gentes que se dicen politólogos, cualquier extraterrestre que anduviera por ahí recién caído del guindo, creería que el ser humano es una criatura sensible, tierna y bienintencionada; pero claro está, solo hasta que, invitado a visitar a la preciosa tierra donde nací, Murcia -la que en mejores tiempos fuera la Huerta de Europa- alguien le contara lo que en estos días está políticamente ocurriendo en aquella región uniprovincial, por los torticeros manejos de Cs y de los desteñidos rojos del PSOE, tratando de soplarle la presidencia de esa autonomía al "pepista" Fernando López. Lo que sería el inmoral principio de la caída en cadena, como las piezas del Dominó, de todas aquellas autonomías, municipios y hasta el puesto de pipas, caramelos y cigarrillos sueltos que tiene la viejecita señora Bibiana, que dice que es del PP, a la puerta de no sé qué teatro, que lo regenta pasando todo el frío del invierno y el calor del verano, con la complicidad -le lleva los paquetes de tabaco rubio americano que llega de contrabando- por alguien que dice que vota a Cs,.
Y es verdad que si no les conociéramos a esos gilipolitólogos y gilipolitólogas -la mayoría
muy bien pagados/as por la oficialidad- escuchando sus lamentos por la rápida reacción del presidente murciano (acusado de comprar voluntades) y la presidenta de madrileña, podríamos llegar a creer que oralmente luchan a favor de que quienes gobiernen -si serán cínicos- estén mejor preparados (algo así como la señora Montero, archidumarquesa del solariego término galapagueño, y la casi totalidad de la tropa ministerial) para beneficio de murcianos y madrileños. ¡Pos pijo! Les ha salido rana.
De cualquier forma -le diría al señor extraterrestre-, mi Murcia, no se merece semejantes dirigentes, ni semejante Oposición.
Da vergüenza la manera que tanto los usurpadores con sus manejos, como los manejos de quienes se están defendiendo, no hacen mejorar la imagen que los españoles hemos llegado a descubrir de nuestros políticos. La sensación que se está instalando en la totalidad del país es que necesita el advenimiento de gentes nuevas; gentes sin "pasado delictivo"; gente de manos fuertes; gentes de cerebros ágiles, fértiles y resolutos; gentes decentes y honradas; gente que venga con el deseo de volvernos a unir para que, hombro con hombro, sin que nadie ahorre esfuerzo, ni haya quien quiera beneficiarse del esfuerzo ajeno, logremos salir de esta horrible situación en la que nos tiene la actual gentuza (sustitutos de otros anteriores de similar ralea): enfermos, pobres y encerrados, desposeídos de todos los derechos, incluido, el que ha afectado a muchos españoles, que es el de morir en la compañía de sus familiares, o sin poder auxiliar en tan doloroso trance a quienes se les murieron sus familiares más queridos en soledad, sin siquiera haber tenido la posibilidad de auxiliarles en tan duro trance.
Hace años me contaba un conocido que hacía más o menos un mes que fue advertido de que su padre en el pueblo -él vivía y trabajaba en Madrid-, estaba en sus últimos momentos de vida. Rápidamente se puso en la carretera y cuando se acercó a la cama del moribundo, después del "hola, padre", le pregunto si quería algo. "Si, dame una copa de aguardiente". Él se la dio. Sus hermanos y la familia que allí estaba pusieron el grito en el Cielo. Su padre, según me contó, murió con el último trago, pero murió con el sabor a aguardiente en la boca.
Quizás sean quienes están ahí mismo; luciendo el esperanzador color verde, a la puerta de nuestras casas, como aquel que dice, esperando, pero sin dejar de moverse, a que les ayudemos a ayudarnos, si es que de verdad estamos en contra de este sin sentido que ha puesto a los burros en el pescante y al resto de españoles a tirar del carro.
Sería interesante que después de varios infructuosos intentos, ahora dijéramos que si.
Eloy R. Mirayo.
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