jueves, 3 de diciembre de 2020

EL VACÍO QUE DEJAN.

No se debe dejar pasar la ocasión de criticar con la mayor dureza que uno pueda apostar en el envite, aunque ya se haya hecho varias veces con anterioridad, la herida sigue sangrando y el dolor en vez de calmar, se va agudizando. 

Don Manuel Giménez, Consejero de Economía y Competitividad de la Comunidad Autónoma de Madrid, tiene el enorme descaro y la gran desvergüenza política de hacer público que: "los centros comerciales son grandes generadores de empleo y motores económicos que en nuestra región dan trabajo a 140.000 personas". 

Admitiendo que esa cifra sea cierta -que ya es tener, más que buena, voluntad franciscana para llegar a admitir como verdad lo que dice un político- no  creo que sea algo tan espectacular como para que los madrileños cojamos el trompetín, el bombo, las castañuelas y, enloquecidos por la alegría, nos liemos a dar saltos y zapatetas.

Este señor Giménez asegura que la evolución de estos, para él, sagrados templos del comercio, por lo que les pondera, pasa por el "retail experiencia" porque quien se acerca a uno de ellos "busca algo más que realizar una compra, demanda experiencias que compartir". 

¡Échale hilo a la cometa, Ninchi, que nos está llevando el viento! Yo, lo único que he compartido en una gran extensión comercial, y no he experimentado una especial experiencia, ha sido el dinero que llevaba en la cartera. 

Según el Consejero Giménez, ya existen en la Comunidad de Madrid cien de esos centros comerciales que entre todos ellos reúnen 9.400 establecimientos con una representación territorial del 19,5%  en la región y el 17,8 de los centros que están funcionando en toda España.

Esto lo dijo en la inauguración de la jornada El Futuro de los Nuevos Espacios Comerciales, organizado por el diario El Economista.

Lo que supone que todo comerciante que valerosamente, después del desastre de 2008 aún resiste, al abrir diariamente la puerta de su humilde negocio, lo haga temiendo que esa apertura pudiera ser la última, como ya les ha pasado, a 22 comercios, de media diaria, en los últimos cuatro años, lo que supone, solamente en Madrid, el tambaleo del 7% de su PIB, sin contar en lo que afecta al total de la región.

Pero no es que los grandes centros comerciales estén arruinando a los pequeños comerciantes, sino que junto a ellos también entran en ruina los dueños de los locales comerciales que dejan de estar alquilados y pierden, en muchos casos, de forma total sus imprescindibles ingresos, sin posibilidad de poderlos volver a alquilar. 

El descaro del político, de manera general; su capacidad de esconder la tragedia por él mismo ocasionada (la permisibilidad de instalarse dentro del casco urbano a esos centros comerciales y, más tarde, la señora Esperanza Aguirre, liberalizando los horarios comerciales y a conveniencia los días de apertura, algunos, los 365 días del año) tras unos números engrandecidos artificialmente para ocultar el daño causado, es digna de oculistas del tamaño del "Gran Houdini".

Eso es lo que hace el Consejero Giménez, obviando las cifras de pequeños y medianos comercios que se cierran, muchos con más de cien años de antigüedad, y el tanto por ciento de superficie comercial que desaparece con ello. Tampoco tasa el porcentaje negativo que representa en la región; ni el vacío que deja en las calles de muchísimos pueblos.

Lo que a los políticos les da igual (los de la cobarde derechita o los rojos y los rojazos) es el futuro de esos pequeños talleres y de esos sencillos comercios, que juntos crean el mayor número de empleos, a base de mucho sacrificio y poco beneficio. ¿Su lógica? Muy sencilla ¡Qué pueden darnos esos desgraciados! Pues, eso.

Eloy R. Mirayo.



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