martes, 2 de junio de 2020

EN ESA DISYUNTIVA PREFERIMOS EL REVENTÓN.

Las expectativas son, en estos luctuoso momentos, con un gobierno rosita-rojazo, con añadiduras terroristas, separatistas y con el apoyo puntual de los imbéciles que se creen que son el Centro, un producto bastante lejos del alcance de los españoles -incluido los gilipollas que votan tozudamente a esas opciones malignas-, además de un lujo solo al alcance de los más privilegiados: los políticos y de algún que otro sinvergüenza más, de los que suelen chalanear con la oficialidad, dando y recibiendo "parabienes" contantes y sonantes.

Si después de la crisis de 2008; Zapatero, Rajoy y Pedro Sánchez (no me olvido de Adolfo Suárez, Felipe González y Aznar), nos tenían en bragas, el pos covid-19, nos va a encontrar con una mano delante y la otra detrás, como única posibilidad de cubrir nuestra delicada intimidad; y lo que resulta aún más trágico que asomarse en pelotillas, es que la línea del horizonte ha desaparecido del alcance de nuestros ojos, llevándose con ella toda posibilidad de poder poner nuestras escasas energías físicas en intentar aguantar este presente, luchando por alcanzar un futuro mejor. Eso será así, mientras no seamos capaces de encontrar la fórmula -que existe ¡vaya si existe!- de deshacernos de la opresión socio-comunista cerril, procaz y semianalfabeta: el viejo virus rojo.

¿Dónde están los mejores, no solamente de los nuestros? ¿A qué esperan esas personas? Los mejores cerebros femeninos y masculinos; los más dotados; los mejor preparados. Nadie duda de su eficacia, porque sus trayectoria es pública y notoria. Es  conocido que lo están haciendo muy bien en la empresa privada, demostrando que tienen asumidas las adecuadas maneras de hacer fuerte y próspera la economía, ayudando a fortalecer, a pesar de las dificultades que la oficialidad aporta, una industria potente y competitiva que es lo que en mejores condiciones "ambientales", liberados de estos políticos de a real la pieza, crearía mayor riqueza, puestos de trabajo estables, debidamente remunerados que diesen confianza, tranquilidad y seguridad a los trabajadores, si dando ese paso, se decidieran a tomar las riendas de los destinos de España. ¿A qué esperan?  ¿Se les ha borrado el recuerdo de los años treinta del pasado siglo? No es humano que después de casi noventa años a los españoles se les vuelva a condenar a sufrir el peso de la Miseria Extrema, salpicada con el insuficiente riego de la caridad política (o religiosa). Caridad política que obligan al mandato de los infames personajes que nos están gobernando, por el mal empedrado de sus propios intereses ideológicos y económicos, despreciando  los derechos más naturales y por ello, más respetables, de los habitantes de esta nación, españoles y asimilados.

No es que se intente hacer una trasnochada revolución "Franquista" -que ni siquiera a él, donde se encuentre, le preocupará una miaja-,  intentando fuera de toda lógica la recreación nostálgica de un Glorioso Movimiento Nacional II, sino de recuperar el movimiento social necesario para que en España no exista nadie que con razón se sienta excluido; impedido de evolucionar humana, económica e intelectualmente; sin otra esperanza para solventar su miseria, que ver pasar los días esperando la llegada de su propia muerte física, que es lo que este grupetto de ñapas sin plomada y sin nivel, asaltantes del Poder, en extraña comunión con los grandes multimillonarios dueños de la casi totalidad del Monopoly, esos que están intentando llegar a gobernar el planeta, le tienen declarada una desigual guerra; unos al resto de los españoles, y aquellos otros al resto de la humanidad. 

Poco es, viendo y sufriendo esto que estamos viviendo, lo que se pueda hacer por nosotros; pero mucho pueden hacer los que han de dar un paso adelante, que ahora están de espectadores, por mejorar las perspectivas de nuestro hijos, nietos y siguientes generaciones. 

Sería bueno recordar que cuando la cosa se presenta sin solución, cuando habiendo luchado hasta la extenuación por sobrevivir no se consigue el éxito (1936-1939), lo mismo da morir de reventón que de cagalera. Y, al menos los españoles, hemos demostrado infinidad de veces que en esa disyuntiva preferimos el reventón, si creemos que sirve para llevarnos por delante al causante de nuestra desgracia. 

Eloy R. Mirayo. 

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