jueves, 12 de septiembre de 2019

TIRA Y AFLOJA.

El tira y afloja del dúo de Pedro y Pablo

Picapiedra de nuestra política nacional me recuerda la negociación que presencié en plena calle, aguantando la solanera bajo la marquesina de una parada de la EMT, esperando la llegada del autobús, entre un individuo, posible consumidor compulsivo de prostitución que, por lo que pude ver y escuchar debía ser un rata muy roñoso, y una prostituta que, con el sacrificio que algunos nos figuramos, trata de ganarse la vida, trabajando en el Polígono Marconi:

-"¿Tú cuánto cobras?.
-Según el servicio; majete.
-¿Un completo?
-Por un completo te cobraría... (la prostituta medía con los ojos al cliente, mientras calibraba sus posibilidades económicas) cien tacos y la cama; para tanta tarea no vale hacerlo contra la pared o sobre el jodido suelo.
-¡Cien euros y la cama! ¿Estás loca? Cien euros; eso serían en pesetas... (El cliente sacó una calculadora)  ¡casi dieciséis mil pesetas! No; no, baja, baja; ¡anda y bájate del guindo! ya te conformarás con veinticinco o, como mucho, dándome las gracias por elegirte, treinta, y tú pagas la cama.
-Pues ¿sabes lo que lo que puedes hacer con tus treinta?   
-No; dímelo tú.
-Si es que la rebaja que me propones es muy exageradas; si fuera más moderada...
-No arrimo ni un euro más. Oye; que no eres una "Top Model". 
-Pues, por lo que estoy viendo tu no eres el ricachón generoso de Pretty Woman.

Llegó el autobús y, qué pena, no me enteré del final. No sería como el del film.

De lo que deberíamos enterarnos, y no lo vamos a hacer es de que forma y por cuánto, Pedro, 

terminará por comprar a

para poder hacer realidad su empeño, cuesto lo que cueste y caiga quien caiga, de pulir la escasa y triste personalidad que le es tan fiel como su mismísima sombra.

Estamos asistiendo todos los españoles, en primera fila -detrás tenemos a los ciudadanos del resto del Mundo, aún más asombrados que nosotros- al comportamiento más desvergonzado que un ser humano puede llegar a desarrollar e interpretar, y sin que se le caiga la cara: la trata, como se suele hacer con el ganado de, por eso tantos o por aquello, el cargo a conceder, de voluntades, pollos y las fidelidades de personas, sabiendo que esas personas son tan sinvergüenzas como él, para que le suban en andas hasta el pico más alto de la ansiada gloria, tanto tiempo perseguida. 

Y el tío lo hace con el dinero e intereses de todos nosotros, sin que se escuche el menor resuello.

El que después de más de cuarenta años hayamos echado callo sobre nuestras dolientes espaldas no disimula la cobardía que nos adorna.

Eloy R. Mirayo.


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