lunes, 30 de septiembre de 2019

¡GRAN COSA LA JUSTICIA!

Un juzgado ha impedido el despido de una administrativa que fue sustituida por un ingenio electrónico.

Esa mujer a la que se quería despedir llevaba trabajando en un hotel de Gran Canaria trece años. La decisión judicial no impide el despido pero, al declararlo improcedente, obliga a la empresa a readmitir a la empleada o, en caso de no hacerlo, aumentar la indemnización a 28.305 euros y algunas cosas más que recogerlas en este folio no da más importancia a la sentencia.

Lo chusco es lo que algunos gilipollas que se dedican (de eso hay muchos) a la noble ocupación de informar al respetable, que dirían los taurinos, dicen.

"La justicia española ha puesto en evidencia que el histórico miedo de obreros o trabajadores (por lo visto para este plumilla, Macamen Mesa, los obreros no trabajan) a ser sustituidos por máquinas que desempeñan su misma labor, pero sin cansarse ni dormir ni cotizar...".

Señora mía: por lo que saco en conclusión de su trabajo periodístico de hace unos pocos días en El País, usted no tiene ni puñetera idea de lo que está ocurriendo en el mundo del trabajo, ni a escala local, ni nacional ni mundial. Desde, más o menos, los principios de siglo XX, debería saber doña Mecamen, es la fecha de aparición de la automatización industrial, y también fue la fecha de cuando puso sobre la amplia mesa laboral su tarjeta de okupa a perpetuidad.

Y fue al amparo de la hijoputétrica especie de que "por el camino de La Modernidad y El Progreso y utilizando el vehículo de la automatización, llegará la reconfortante comodidad y el recorte de esfuerzo físico para los trabajadores", se ha instalado en el mundo laboral un inhumano cáncer que empezó recatado; suave a la chita callando; poco a poco, sin que ninguna autoridad se diera por enterada, fue atacando con pequeños pellizcos al empleo, y que ahora, al calor de la Economía de Mercado (sistema despiadado que empuja y provoca encarnizadas luchas comerciales por el constante aumento de beneficios, caiga quien caiga -siempre caen el trabajador y el consumidor-), perdida la vergüenza, por estar alimentado por la clase política, con "reformas laborales" -deberían llamarse "cabronadas contra el trabajador"- de donde deberíamos entender que saca tajada, por ser parte de la propiedad; por participación accionaria; o por simples e inmorales comisiones y mordiscos.

Era algo que tenía que ocurrir. Más de cien años tarde pero ¡por fin un juez! ha determinado en sentencia que la automatización de la producción en taller, fábrica, o en su organización burocrática, no es razón para despedir trabajadores. Eso lo hemos dicho aquí, una infinidad de veces y desde hace varios años. 

Muchas empresas en la Unión Europea, solo funcionan con el único propósito de ganar más dinero y así es que emprenden la automatización de su producción, sin el mínimo sentimiento humano, condonando puestos de trabajo en perjuicio de 18,116 millones de personas en su perímetro, son las cifras del Paro que se bajaban en el mes de noviembre del pasado año.

Esos dieciochos millones de desempleados deberían ¿o no? despreocuparse y "desterrar su evidente histórico miedo a ser sustituidos por máquinas que desempeñan su misma labor, pero sin cansarse ni dormir ni cotizar... (Podía haberse extendido un poco si ya puesta, hubiera unido "...sin cagar sin mear y sin follar"), lo que tampoco pueden hacer hasta este momento las máquinas infernales que enriquecen a unos pocos, y empobrecen a todos los demás.

¡Gran cosa la Justicia!

Eloy R.Mirayo.


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