miércoles, 4 de septiembre de 2019

ESA ES LA RESPUESTA.

En primer lugar me gustaría que este mes largo de agosto haya sido venturoso para todos mis amigos y camaradas, los que hayan veraneado, y no muy "dañino" para quienes lo han trabajado. Un fuerte abrazo para todos. Me permitiréis que sea más espléndido con mi camarada Rafael Estremera, a quien le mando dos


muy fuertes.

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Cada día es más complicado alcanzar la tranquilidad y el relax reparador del desgaste psíquico y físico acumulado por el cotidiano trabajo realizado durante los once meses laborales -los afortunados que aún gozamos del privilegio de tener trabajo-, los que junto al del veraneo, se compone el año que sería necesario alcanzar durante la corta etapa veraniega. 

Da lo mismo el lugar donde se esté habitando, sea en hotel de cinco estrellas, pensión portuaria, casa rural, o chalet propio. Como da lo mismo qué zona de España -Norte Sur, Este u Oeste; playa, montaña o llana-. De pronto, con puntualidad digna de mejor fin, siempre aparece el motivo ruidoso: la sonoridad de los perros de la vecindad, o la más animal sonoridad vocinglera de quienes viven al otro lado de la valla, que ponen punto final a nuestro maravilloso proyecto de Paz y Tranquilidad.

Y es que resulta que algunos vecinos se marchan de viaje, y los perros, a los que dicen querer -porque ¿como vas a vivir en un chalet sin uno, dos o tres perros?-, a los que no se les ha avisado de la marcha -ni en el idioma castellano y ni siquiera en inglés- se pasan durante todas las horas de los jodidos días ladrando desconsideradamente, o gimiendo como desoladas viudas añorantes de su pérdida, mientras dan descanso a la garganta, para volver a ladrar con renovadas fuerzas. 

Otros vecinos pregonan a voz en cuello sus problemas familiares, como si el que se lleguen a enterar de ellos todos los parcelistas de la urbanización, quitara gravedad o solucionara sus problemas.

La familia que vive durante todo el año al otro lado de la valla del fondo de mi parcela -tienen perro y gato- 

durante el mes de agosto -durante mi deseado mes de descanso- recibe la visita de hijas, yernos, nietos, y sus correspondientes mascotas perrunas, que sin grandes problemas, se unen al coro canino. Pero no han sido las interpretaciones de las mascotas, que joden en profundidad, lo que más me ha extrañado, sino las reprobaciones amplificadas de manera natural y a todo pulmón, que una de las hijas, o quizás nuera, visitantes de mi vecinos del fondo, le hacía a su propia hija: "¡eres una asquerosa vaga! No haces nada en todo el día; no estudias ni trabajas...". El tono que empleado era de dolor íntimo de madre, pero a la vez sonaba a la humana rabia de quién se siente jodida; puteada; y hasta burlada por quien, por no tener, no tiene vergüenza, ni tiene dignidad.

Sentado en esta terraza 

escuché, sin necesidad de hacer esfuerzo auditivo, la dolorida repulsa que esa dolorida madre y, una vez cerrado el debate, tras un corto periodo de estudio de lo escuchado llegue a la conclusión de que esa señora estaba tan ofuscada, que no se había percatado, teniendo a su hija tan cerca, que esa criatura a la que estaba reprendiendo, era un Mirlo Blanco; un Vinicius; un Joao Félix en potencia. ¿No estudia ni trabaja? Pues muy bien; está en el mejor de los caminos para ingresar en cualquiera de los partidos de izquierdas del país, y hacer carrera en los escraches a políticos de otro significado político; participar notoriamente en protestas de todo tipo de asuntos, incluyendo la protesta por no encontrar contra que protestar e incluirse en una de esas ruedas tan naturales de "follaamisdad", que se practican en esos partidos y con esa clase de "preparación para la vida", en tiempo récord saneará su economía, y hasta será posible comprarse ya estancia solariega en Galapagar o en sus alrededores.  

Así participará en el misterio que aunque se ha aireado desde la política -la presidenta de la autonomía madrileña lo utilizó hace unas pocas semanas- sin que nadie desde los distintos gobiernos de la nación a través del ministerio y ministeritos correspondientes, se mostrará decidido/a a investigar algo tan "natural" para ellos, y extraño para nosotros, como resulta ser que la mayoría de los políticos de la extrema izquierda -Podemos y sus escurriduras de anti sistemas acomodados- que andan metidos en la política nacional, autonómica y municipal, así, de esa manera, han empezado a cotizar a la Seguridad Social, metidos en los treinta años, y porque lo hacen por los ingresos -jugosos sueldos por pertenecer a la "casta"- que perciben por su función -que... ¡hay que joderse con el funcionamiento!- en esas instituciones de gobierno, y en alguna que otra prebenda, también universitaria de acá y de allende nuestras fronteras; esas que tan a mano de los jerarcas de los partidos parecen estar siempre dispuestas.

¿De que habrán vivido hasta la treintena esas pobres criaturitas? Siempre hay gilipollas que se hacen esa pregunta. Pues, además del bolsillo de sus progenitores y de las prebendas se dan entre el rojerío jodio. Esa es la respuesta ¿verdad señorito Errejon?

Eloy R. Mirayo.



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