lunes, 22 de julio de 2019

BILLETES DE 500 EUROS.

El billete de 500 euros 

(esto, según un amigo que trabaja en la Caixa, es un billete de quinientos euros) es el fugitivo sin causa más buscado y perseguido entre todos cuantos se ven buscados y perseguidos, con o sin causa, sobre la faz del planeta. Lo que siempre nos deja retratados a los españoles en el amplio extranjero es la exageración que en este caso se emplea en España.

Unos, la buena, respetuosa, decente y trabajadora gente (¿no hace falta decir que no señalo a políticos?), le busca con la sana intención de, al recibirle -lo que sería la realización de un milagro de Dios- alegres y felices, deseosos de abrazarle fuertemente y, entre sus brazos,

besuquearle con mimo repetidas veces, poniendo a su disposición el local de su negocio y hasta su propia vivienda para recuperar si fuera necesario su tranquilidad, ofertándole el mayor de los cariños, tratando de convencerle con esas muestras de amor, de no tener prisa en proseguir su huida a quien sabe dónde, pero lejos de quienes con saña le persiguen sin darle descanso, tratando que al menos su estancia dure, si no para toda la vida, lo suficiente para que en las yemas de los dedos quede impreso su olor y la finura de su piel. Sin duda para algunos y algunas ese contacto físico, será "su recuerdo" para el resto de sus días. Otros, los especuladores; sanguijuelas enfermas de avaricia delincuencial -la mayoría de ellos-, lo rastrean como perros perdigueros y, 

encontrándole, arrebatándoselo con engaños; de mala manera y peores mañas, para sacarle de la circulación, a gentes cariñosas y amables que lo tenían cuidado y respetado como al más amado de sus familiares. Perpetrado el rapto, llevárselo al lugar más oscuro -lejos de la brisa mediterránea y de la luz de nuestro sol-, frío y sin la mínima posibilidad de movimiento, tras una pesada puerta de puro y duro acero toledano como la "Tizona" del Cid Campeador.

Igual de perverso le resulta al pobre billete de 500 euros el trato cayendo en manos de golfantes que se lo llevan al extranjero: ricachos de la gran industria; propietarios de expansivos comercios; algún que otro político y, posiblemente algún banquero que, tras el viaje, lo dejan en las mismas condiciones, pero al cuidado de celadores de extraños idiomas, totalmente desconocidos, como en la fortaleza D`IF, le hicieron al pobre Edmond Dantés. Con la notable diferencia de que este mejoró una barbaridad (esta vez no digo "un güevo" por respeto al excelentísimo billete), con un enorme tesoro y un título de nobleza: Conde de Montecristo, como dejó escrito Alejandro Dumas.

La persecución del billete de 500 euros, cual declarado delincuente empedernido, al estilo Pat Garrett, con Billy El Niño, es la tarea fiscalizadora que lidera en primera persona el Ministro de Hacienda. ¡Leña al mono! es la consigna que triunfa por pasillos y despachos del ministerio, con independencia del color que esté pintado el titular que lo dirija (los montoros o las monteros). 

¡Leña al Mono! a quienes se le pille con el culo al aire, intentando, de "extranjis", por cualquier forma de frontera existente, sacar del país el billete, por tierra, mar o aire, a uno de los muchísimos "paraísos fiscales" que están repartidos por todo el planeta. 

Pero también el órgano fiscalizador se la tiene jurada al pequeño comerciante que, sorprendido e incrédulo, recibe al oficialmente perseguido en España -y en el resto de la Comunidad Europea-, el billete de 500 euros, como pago a una de sus mercaderías.

¿Cómo saber usarlo sin un folleto explicativo; como sin haber tenido previa intimidad con él? ¿Cambiarlo en el banco y fuera problemas? Pero es que el bancario pide datos personales y el número del carné de identidad del cliente, y los míos. Eso sería decirle a Hacienda: ¡aquí estoy tío; tócame un güevo!, lo que podría acarrear ser pillado con la prueba del delito en la mano. 

Lo mejor que podría hacer la persona honrada y decente como eventual propietario de un billete de 500 euros, es donárselo (consejo gratuito) a alguien que no sea capaz de reconocer el intrínseco peligro que junto al "demonizado", conforma el pack, graciosamente recibido.

Claro que si los que mandaron diseñar los billetes y monedas para la Comunidad, en vez de ser, como viene siendo con cierta normalidad, unos políticos gilipollas, hubieran sido técnicos competentes, no existiría ni el famoso "mito del escapismo", ni las jodidas rojas monedas de uno a cinco céntimos. 

¿Alguien conoce algo de la vida oficial y pública de España donde no brille con luz propia la gilipollez -para ser condescendiente- de los políticos...? Eso me parecía.

Eloy R. Mirayo.




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