lunes, 22 de abril de 2019

ARTES MARCIALES MIXTAS.

Quiero pensar que todos cuantos habéis disfrutado de estas cortas vacaciones pasadas, hayáis vuelto en perfecto estado de revista a nuestros lugares de origen, para ir preparando las del próximo mes de mayo, que tampoco están mal.

ARTES MARCIALES MIXTAS.

Suspiros de mujeres que lleva el viento. Es una sevillana que dice: "te engañaran los ojos con las miradas; te engañaran los labios con las palabras...". 

Eso es lo que hace ese nombre con el que he encabezado este articulillo: engañar diciendo que es una deporte, perteneciente a la rama de las artes marciales, lo que simplemente es el uso como espectáculo de la bestialidad humana. Hace falta tener fantasía en la maldad para aceptar, y trabajar en el empeño de hacer que la sociedad acepte como un deporte, lo que simplemente es la venta de un espectáculo morboso, para espectadores que pagan "buenas cantidades de euros", para ver cómo se pegan dos hombres, o dos mujeres, de la manera más bárbara: a puñetazos, patadas y rodillazos; de pie firme, o arrastrándose por el "tapiz", sin dejar de sacudirse la badana.

No hay excusa; las personas que asisten a estos espectáculos no tienen nada que ver con los espectadores de cualquier otro deporte, y si con los que asisten a las "peleas de gallos" o a las "peleas de perros".

Lo normalidad que desean ver los asistentes a esas peleas clandestinas es que muera en la arena uno de los dos contendientes. Que nadie dude que de seguir esa regresiva decadencia, llegará el día que, quienes asisten a las peleas de "Las Artes Marciales Mixtas", como en los "circos romanos", indiquen conel dedo pulgar hacia abajo, como quieren que termine el enfrentamiento "deportivo".

Existen personas muy interesadas en conseguir que todas las mascotas que vienen en cautividad, alejadas de sus hábitat natural, sean tratadas y respetadas en sus ¿derechos? (espero que alguien amablemente me los explique, todos cuantos sean) por sus amos; cuidando de que no sea menoscabada su dignidad animal. Esas personas que se tintan con Ketchup; se encadenan cerca de las plazas de toros e insultan a los aficionados asistentes a la Fiesta Nacional, llamándoles asesinos; 

son también esas personas que, apenadas por el triste fin de unos cerdos a punto de viajar a un matadero (que si jamones, que si chorizos, que si pancetas, etc.,) los hacen escapar al "trote cochinero", lejos de las instalaciones donde se crían; y también son esas personas que se han reunido creando un partidos político, para poder llenar sus demasiadas horas vacías, inventándose un amor, muy cercano a lo fraternal y, desde esa corriente sentimental, han sido capaces (la estupidez no conoce fronteras cerebrales) de involucrar a la política y, a través de la política a la Justicia, en la más clara muestra de exagerada protección animal, a límites rozando al esperpento. No sería malo que de igual manera utilizasen alguna porción de su tiempo en blanco en involucrar a política y Justicia, en la protección de la imagen humanidad así dañada y menoscabada. 

El daño social que esta práctica está causando debería preocupar a las autoridades políticas y deportivas del país, porque son infinidad de gimnasios en toda España, como en el resto del mundo, donde se enseña y se incentiva la práctica, formalizándose enfrentamientos entre sus asistentes, sin la vigilancia y participación de profesionales de la Medicina. En muchos casos, estos asistentes a gimnasios que solamente estaban interesados de manera sencilla en su normal mantenimiento muscular, o para quemar peso sobrante, seducidos por alguien de la empresa, sin la preparación atlética necesaria; sin conocimiento de las normas; y sobrados o faltos de edad, llegan a sufrir lesiones y, no en pocos casos, roturas de costillas que, para su propia desgracia, porque no se puede ser tan tonto que quienes pagan por ser pegado. 

Los hay que lo asumen como medallas al sufrimiento, que refuerza su valor.

Entre tanto las autoridades del país que deberían estar al cuidado también de nuestra salud, permiten la indignidad de quienes se pegan despiadadamente por dinero, la indignidad de quienes pagan por verles pegarse y la indignidad de quienes se benefician de semejante bestialidad.

Veremos si algún partido político ha tomado nota. ¡Ya lo sé! Yo tampoco lo creo.

Eloy R. Mirayo.


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