lunes, 11 de junio de 2018

DESINTERÉS, ABURRIMIENTO Y ABULIA.

Son cerca de cuatrocientos los kilómetros que separan Ceuta de Melilla; pero, aunque fuesen cuatro mil y por el desierto, merece la pena visitar esta ciudad española en el norte de África, a la que le dicen, de las cuatro culturas: Cristiana, Musulmana, Hebrea e Hindú.  


No debería servir de excusa su lejanía desde la península, para no visitar esta hermosa ciudad.

Melilla sostiene el negativo récord -no por culpa propia- de ser la ciudad española menos visitada, no solo por el turismo extranjero, sino también por el turismo del resto de los españoles. Y es mucho lo que se pierden.

Nadie, con razón, podría acusar a Melilla de ser una ciudad aburrida y sin encanto, porque estaría faltando a una verdad contrastable. La fotografía nos enseña la muralla que en tiempos servía de defensa contra la piratería, hoy es parte de unos bonitos paseos desde donde se contempla el Mediterráneo.

Es necesario explicar, que es una ciudad

con una notable arquitectura modernista que contrasta con la innegable belleza de lo que es su Ciudadela.

Siendo mucho y muy interesante lo que hasta aquí he apuntado, aún queda mucho mas que ver en esta ciudad. El Parque Hernández, que es una maravilla; las Cuevas del Conventico y la de Florentina; el triángulo de Oro del Modernismo; La graciosa Plaza del Toreo; 

y un sinfín de edificios de interés arquitectónico entre los que destaca La Casa de Franco.

donde vivió siendo jefe (Teniente Coronel) de la Legión.

A la hora de comer se puede pedir un Arroz al Horno, que va con unas albóndigas de carne picada. Y si no, una Pastela que es una clase del hojaldre hecho con masa rellena a base de cebolla, carne de paloma o de pollo, perejil y almendras. Es un plato que se suele servir al principio de la comida. De todas formas en cualquier restaurante de Melilla se pueden comer unos riquísimos platos típicos del lugar. 

******

¡Es cierto! El otro día dije que la llegada a la presidencia del señorito "Pepis" no me había jodido, y ni siquiera me había disgustado. Entonces no lo di importancia; pero ocurre que, en la forma más simple, algo dicho de manera  sencilla, gana un pegote en importancia. 

Y es la cosa que el pasado sábado en Mercadadona, 

al momento de pagar, la simpática señorita que estaba en la caja, de manera absolutamente llana, nos dijo a Julita  (mi mujer) y a mí: "me acabo de enterar que han cambiado de Gobierno, que ya no está Rajoy". 

Ahí es donde lo que yo dije, alcanza su importancia: a los españoles nos están obligando a desinteresarnos, no sólo por los políticos, sino que también por la Política. Admitiendo que sus consecuencias negativas son inapelables, sean quienes sean las personas "poderosas".

El desinterés, el aburrimiento y abulia, son las señales que cada día más nos están haciendo ser reconocidos a los españoles. El haber llegado a interiorizar que estamos al otro lado, fuera del "blindaje", nos ha vaciado el instinto de rebeldía ante la injusticia del poder despótico del necio.

Los españoles cada día nos vamos pareciendo más al burro "Manolo"

al que los callos en el lomo que le han producido los palos con los que le "premia" el amo, impiden que los palos que sigue recibiendo, le hagan experimentar un nuevo dolor y, por tendencia, sigue manso caminando por la misma estrecha vereda.

"¡Si son todos igual!". Esa afirmación es tan cierta como que la noche se sigue el día. Pero lo que hay que entender es que a esa afirmación se llega por puro hastío. ¿Cuántos millones de españoles estarían agradecidos de por vida si, desde un centro estatal, se le mandasen ya hechas las papeletas del voto, con los individuos elegidos; se la fueran a recoger (la papeleta) y se la echaran (para darle al tema un cierto parecido con la legalidad) en la urna?. 

Eloy R. Mirayo.

No hay comentarios: