miércoles, 3 de enero de 2018

DESIGUALDADES.

Lo que más molesta a las personas inteligentes -y hasta a las personas que sin serlo, no son tan necios como para llegar a ser políticos- son las desigualdades. En todas las formas y maneras que puedan darse, no sólo las que en su lugar de origen pueden llegar a soportar, sino que también les molesta con la misma intensidad las desigualdades que se dan en el Mundo, que distinguen de manera negativa a sus países de origen, respecto a otros países más afortunados.

Yo, no es que sea una persona... digamos inteligente; pero a mí también me ocurre otro tanto. Si, a mí también me molesta, y alguna cosa hay que hasta llega a joderme (sin penetración) un tanto.

Ni la persona humana en individual, ni un país individualmente, pueden allanar esas desigualdades, convirtiendo los grandes túmulos creados donde se solazan y francachelean en sus cúpulas personas y sus países agraciadas con el cuerno de la abundancia, en un horizonte llano bajo el que todos, listos y tontos -seres humanos, al fin y al cabo- y los países todos, pudiéramos vivir la Arcadia Feliz.

A esto he llegado hoy porque, viniendo a trabajar, por la radio del coche, he escuchado que en Irán, los rebeldes que se están sublevando contra el gobierno, podrían ser sentenciados a muerte -seguro que si-.

Eso, es lo que no debe ser. Eso es lo que, entre otras muchas cosas, nos hace desiguales. ¿Por qué en Irán pueden -y seguro que lo harán- tomar esas medidas, mientras el Puigmamon y sus palmeros, huidos (puestos los pies en polvorosa) de la Justicia Española, disfrutan en plena libertad, sin que la autoridad española haya pedido "su envío" de vuelta, desde las tristes, húmedas y oscuras tierras de uno de los socios europeos?.

Resulta frustrante que, además, se le hace hueco en las emisoras de radio, televisión y prensa, y hasta se le permite asistir como elegible a unos comicios -gilipollez del sistema- que le posibilitarían a seguir atentando contra el Estado desde el mismo cargo político que lo ha hecho en el reciente pasado.

¿Por qué estos sí, si solamente han gruñido?


¿Por qué en cambio este si se ha rebelado?

En este primer mundo en el que se dan con demasiada frecuencia esta grandes diferencias -las que nos conturban un pegote-, debería -una más- crear una oficina, si no a nivel mundial, al menos europeo, como Autoridad Superior, arbitrar normas que si se permite la condena a muerte por rebelión en un país, por el mismo delito cometido, se obligue a implantar la misma sentencia en todos los demás.

¿No? ¡Mira que eres exagerado, Eloy!, me solía decir mi abuelita Leonor.

Eloy R Mirayo.

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