domingo, 14 de enero de 2018

DESENFRENADO MERCADO COMERCIAL.

El fútbol fue un deporte nacido con toda sencillez,  que se jugaba de manera vocacional, con frío o lluvia, en campos sin vallar; los palos de la porterías, al hombro los llevaban y montaban el arco los propios jugadores; los servicios de los bares próximos, eran los vestuarios donde los jugadores se cambiaban la ropa antes y después de los partidos, las prendas embarradas que usaban para la práctica del "balompié", que se decía. 

De eso hace más de un siglo. Ahora, el fútbol, aunque lo suyo sigue siendo el gol, ha cambiado su entorno, y hasta la filosofía de dirigentes de los equipos, los jugadores, ya profesionales; también los árbitros.

El fútbol ha cambiado su espartano comienzo, 

por el glamur del euro, en todo cuanto el euro y el fútbol llegan a ser pareja de baile. A los campos aquellos de superficie de tierra dura, piedras sueltas y total rugosidad, les han sustituido superficies de mullido césped mimosamente cuidado por jardineros altamente cualificados, 

dentro de unos estadios, con unos vestuarios suntuosos para los futbolistas -jacuzzis incluidos- y, en los que también los espectadores asisten al espectáculo calentitos por calefacción, sentaditos y cubiertos de la posible lluvia. 

Así, el fútbol que empezó siendo un deporte sacrificado, en el momento actual, combinado con las macro finanzas, ha llegado a transformarse en un grandioso y desenfrenado mercado comercial que, como en aquellos mercados que se subastaban esclavos, se subastan futbolistas, por estratosféricas cifras millonarias de euros, fuera de toda razón inteligente.

Para administrar hoy un importante equipo de fútbol, se barajan unos presupuestos anuales que para sí los hubiera querido el Caudillo para cubrir los Presupuestos Generales de aquel Estado.  Solamente el dinero que se pagó a los clubes vendedores por cuatro jugadores: Neymar, 222 m y Mbappe 180 m (París Saint Germain), Dembele, 140 m y Coutinho 160 m (el Barcelona F,C), 702 millones de euros. 

A los que deberán los clubs, lo que deben de ingresar en las tesorerías de las Haciendas de los países que corresponda pagar. 

Se barajan, amén de las cifras de la compra del individuo, cifras absolutamente disparatadas en lo que se refiere a prima de fichaje de cada jugador, entrenador y equipo técnico, sueldos y primas por partidos ganado o empatados, y ¡el repanocho! por el logro de algún título nacional o comunitario ganado.

No existe en la industria o el comercio en todo el mundo un funcionamiento tan extraño como este, el fútbol, en el que la mercancía se compra, se vende o se presta, se basa únicamente en el hipotético buen resultado que, quienes sueltan la "pasta", creen que van a obtener, que no siempre es así.

Como no sea que se haga una "cala", la posibilidad de que el melón o la sandia salgan incomestibles puede darse con cierta facilidad. 

Claro que a un jugador no se le puede hacer una cala, porque seguro que se enfadaría pero, la posibilidad de que el príncipe en realidad sea un sapo... 

Podría ser.

Eloy R. Mirayo.

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