martes, 19 de septiembre de 2017

NO DA LA TALLA.

El señor Tardá, con esa cara, que si no fuera yo un mocito educado, diría que de gilipollas, 

pero, como soy educadito, no lo voy a decir, declara sentirse madrileño, porque ha podido ladrar  contra la unidad de España, en un teatro, como le corresponde cómico, al ser suspendida por un juez, a pesar de contar con la autorización ¡cómo no! de hacerlo el antiguo Matadero de Madrid -una lástima, y que no fuera la de despiece y estuviera en activo- por el rojerío "ramplante", que viene okupando el "ex excelentísimo".

Mire usted, señor Tardá (funcionario muy bien pagado por el Estado Español, 8.435 euros brutos), malamente podíamos aceptarle como madrileño si usted, a pesar de haber nacido en Cataluña, no da la talla de buen -ni siquiera regular- catalán; 

los españoles de bien, algo que seguramente usted y el andaluz renegado desconocen, nos sentimos orgullos de ser paisanos de cualquiera de las regiones de España, y hasta del más pequeño de sus pueblos. Ustedes, los apátridas, esa subespecie degenerada de la especie humana (hecha a imagen y semejanza del Creador), no; no porque ustedes no quieran estar con nosotros, sino porque a gentes de esa catadura no les admitimos; ni como madrileños ni como españoles. Sería el nuestro un pecado muy gordo contra la naturaleza, como sería mezclar el en la misma jaula al ruiseñor con un 

cerdo vietnamita -dicho, viendo el hermoso espécimen, sin ánimo de lisonjear-, o mezclar el maravilloso sonido de un violín Stradivarius, 

con el tam-tam de un bombo de charanga, para querer lograr una bella melodía, con el sonido de ese desigual dúo (del corazón me salía la comparación de un cerdo deslizándose sobre las cristalinas aguas de un estanque entre los elegantes cisnes. Pero peco de educado).

Madrid es, como corresponde a la Capital del Reino, tierra de desinteresada acogida para quienes desde otras provincias quieran venir; pero hasta para el cumplimiento de la obligación existen límites. Ya tenemos suficientes con los inmigrantes que nos ha venido de por ahí arriba, empujados desde los países "integristas" del Norte de Europa, 

como para aceptar sin rechistar, con la sonrisa de oreja a oreja, que nos llegue la horrorosa propina de los separatistas catalanes, con el "camelo" de decir, como si nos hicieran la merced, de que se sienten más madrileños que el heroico soldado español, Eloy Gonzalo (Cascorro) y que el oso que está en la Puerta del Sol, a la sombra del erecto madroño.

¡Pues vaya honor! No te jode.

Eloy R. Mirayo.

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