domingo, 8 de enero de 2017

EN LO MÁS PROFUNDO DEL ALMA.

Hola, mis muy queridos/as y respetados/as camaradas y amigos/as. Mis sinceros deseos de que para todas y todos este año recién estrenado, os mantenga o traiga salud; os de seguridad en lo laboral y prosperidad; mucha prosperidad.

Mi silencio desde el día 19 de diciembre, pido disculpas, se debió a dos circunstancias que me separaron de vosotros: una familiar, muy dolorosa, recibir la noticia de que mi hermano Tomás, estaba herido mortalmente por el Cáncer; y la otra laboral, muchos encargos que debíamos entregar  en días sucesivos hasta  el día 5 de enero que, con mi mujer Julita y mis hijos, Rufino y Jaime, echamos el cierre de nuestro pequeño negocio a las nueve de la noche, habiendo cumplido, gracias a Dios, con todos los encargos que nos hicieron nuestros clientes.

Eso es lo que me ha separado de nuestra “tertulia”; eso es lo que me ha dejado sin poder daros mi personal opinión sobre todo lo que ha estado sucediendo en este país, en el que aún sigo exiliado, y sobre el resto del mundo si viene al caso.

Desde los once años que empecé a trabajar, nunca me ha asustado la carga de trabajo, aunque hubiera que hacer horas extraordinarias, ni tampoco me asusta la muerte “natural” porque, solamente los simples pueden extrañarse ante semejante realidad; pero si me duele en lo más profundo del alma perder a mis seres queridos, familiares o amigos.

Me duele quedar para el resto de mi vida huérfano del sonido de sus voces; tener que aceptar sin replica la ruptura de nuestras conversaciones; no poder acceder a disfrutar la fuerza de sus abrazos; perder la posibilidad de su apoyo en momentos de fragilidad.

-¿Te acuerdas de…?- Nunca obtendremos la respuesta que tanto nos gustaría escuchar, porque esa pregunta nunca más se la podemos hacer a aquellos que se nos han ido; esa pregunta ya no me será posible hacerla a mi hermano Tomás.

Vuelvo a pediros que me disculpéis, esta vez por haceros participes de mi pena pero es que estoy buscando alguna manera de sacar de mí el dolor de tanta perdida, y presiento que gritándolo a través de este ventanuco, tan abierto, voy a recibir de quienes residís aquí, siendo o no españoles, y de quienes lo hacéis en el extranjero, siendo o no españoles, vuestro apoyo moral, que uniré al que con su amor diariamente me dan mi mujer y mis dos hijos.

Eloy R. Mirayo.

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