viernes, 5 de agosto de 2016

ZOMBIS DEMOCÁQUITOS.

Mis muy queridos camaradas y amigos ¡¡¡Al fin estoy veraneando en Calipo-Fado, en la más que refrescante costa de Navalcarnero!!! 

A todos cuantos de vosotros, que tenéis a bien pinchar en mi blog, que como yo estéis veraneando, os deseo lo mejor para estos días de relax, tan merecidos, después de once larguísimo meses; y que el regreso, cuando corresponda, a vuestras casas, se haga sin más problema que la que produce la "morriña". Y, a quienes ya volvisteis, paciencia; once meses pasan raudos y veloces como el viento. ¡Y un güevo!.

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La idiotez no es algo propio de alguna de nuestras ideologías política sino, que está ecuánimemente repartida entre todos, aunque algunos individuos estén especialmente recargados.

"Ni el propio Franco habría sido capaz de crear tanta inestabilidad" (Javier García Albiol) y asegura que Cataluña vive la situación de "crisis institucional más grave desde el franquismo".

Normal, ya que durante los casi cuarenta años que duró el Gobierno que administraba al mandato del Estado, del que don Francisco Franco Bahamonde fue Jefe, no se habría tolerado el constante ataque a la unidad nacional, ni el desvergonzado desacato a la legalidad vigente que, unos cuantos hijosputas, ante la secular inacción institucional de quienes han sido y ahora son los responsables del gobierno de esta nación, después de su fallecimiento -en la cama por enfermedad-, se dan el placer de "sacar la chorra", 

y mearse en cada uno de los artículos que les place, de esa constitución hecha por unos cuantos aprovechados chapuzas, y hasta en las sentencias de los más altos tribunales, el Constitucional y el Supremo.

Solamente cuando el fuerte decae, es cuando los enanos se envalentonan, poniendo en marcha su desenfrenada y falsaria audacia. Solamente cuando el León (la comparación con este país me ha salido exagerada) está muerto, son capaces los carroñeros de atacarle.

Al señor García Albiol, quizás su alta estatura, pudiera hacer que la sangre le llegue ralentizada al cerebro, y esa peculiaridad le impida entender el sentido -¿fuera de su intención?- de la frase ("Ni el propio Franco habría sido capaz de crear tanta inestabilidad"). Puede que le pase, a don Javier García Albiol, 

como a mi amigo Faustino Pérez y, machaconamente, Pérez otra vez, fontanero él, que cuando, por motivo de su profesión, está entre la mierda, tratando de arreglar algo en un pozo negro, siempre le viene el recuerdo de los días felices que pasó en un "resort" en las Bahamas.

La estabilidad fue durante esos casi cuarenta años que se dice del franquismo, una más de esas muchas grandes cosas que los españoles tuvimos la dicha de disfrutar. Todo cuanto ahora es mínimamente temporal, como pudiéramos decir, el puesto de trabajo, entonces era absolutamente estable. Los precios de los artículos de primera necesidad, comparándolos con los precios de esos artículos en la actualidad, es comparar en estabilidad la roca de granito y la pluma.

No se trata de engañar a nadie; yo soy hijo de aquellos tiempos de los que, aunque pudiera, jamás, mientras Dios quiera que este aquí, intentaría borrar y menos, con lo que vengo sufriendo en este exilio. 

A lo peor es que son chuminadas que mi cerebro magnifica, pero sufro mucho escuchando, viendo y leyendo en los medios que unos padres ¡existe la idiotez! quieren (y así será) inscribir a su hijo, sin capacidad de defenderse, en el Registro Civil, con el nombre de Lobo.

Como ya he dicho en otras ocasiones, y que muchos de vosotros habréis comprobado leyendo lo que escribo, soy un individuo de pocos estudios y menguados conocimientos, con necesidad de "muletas" para todo (bueno, menos para eso que malignamente estáis pensando); de ahí que de vez en cuando eche mano de lo que me decía mi abuela Leonor, o de lo que son capaces de decir alguno de mis amigos -hoy, Faustino-. Eso, con la debida humildad, es lo que deberían hacer tantos "albioles" que van como zombis por el mundanal Mundo político democáquito, 

diciendo gilipolleces a troche y moche, sin tener en cuenta que alguna de esas gilipolleces llegan a molestar profundamente a los dos inquilinos

que viven en el fondillo de nuestros calzoncillos "El Abanderado". 

Eloy R. Mirayo.

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