lunes, 21 de septiembre de 2015

¡QUE FELICIDAD!.


Parece ser que lo que divertía al ministro en la foto, es la ocurrencia del galardonado con el Premio Nacional de Cinematografía, Nunca me sentí español, Fernando Trueba.

El individuo que iba sentado a mi lado en el autobús -el 38, que nos llevaba al bario de San Blas, que es donde vivo- leyendo el periódico, comentó en un susurro casi imperceptible: "si no fuera el ministro que el de la foto parece el memo que ríe por nada, pero sabiendo que es el ministro, habrá que reconocer que tiene una mueca, digamos que simpática y bonachona."


Así son los cultiprogres españoles que, por ser "progres", han de ser de izquierdas -¡pobres desgraciados!-; van de "niños temibles", disfrazados de proletarios, pero se agarran al euro fácil con la intensidad del náufrago agarrándose al tronco. Para eso no les importa bajar del Olimpo, donde flotan los que han dejado de ser insignificantes nacionales de simples países, para alcanzar la categoría de ser Ciudadanos del Mundo.

En un momento en el que el ministro de Cultura le hace entrega del diploma y el cheque (por novena vez estaba agarrando cacho, euros en castellano), su inteligencia le empuja a vejar al generoso Estado, dejando entender que él esta por encima de lo que es ser ciudadano de ese Estado; por encima de ser español. 

Y, se le ocurrió la gracia -sería lo que desatase la risita un tanto simple del ministro- de echar mano -como hacen las personas "inteligentes"- de dichos ajenos, ya que tienen pocos de propia cosecha: "Azcona dijo que los premios deberían ser secretos y tener dotación económica. Este, felizmente cumple la segunda condición". 

No se encuentra diferencia; las putas, a pesar de no sentir la mínima afinidad sentimental con su "montador" circunstancial, no sienten reparo alguno en coger su dinero. Lo mismo que Fernando Trueba, no se siente español, pero, como la señora puta, tampoco tiene reparo en coger el dinero del  Estado, por el que no tiene afinidad sentimental.

Y se apoya en que su bífida mirada se posa con igual gusto sobre la literatura cervantina, que sobre la de James o Balzac; de la misma manera que su bífida mirada disfruta con los lienzos velazquinos, que con los lienzos de Rembrandt; y, dejando de lado la música culta española, se declara "raro", porque le gusta el Jazz.


A mi, que creo no ser rarito, además de Armstrong, me encantan Charlie Parker, Billie Holiday, Benny Goodman, Ella Fitzgeral, y un largo etc., además de Manuel Faya, de Granados, Turina, Chueca y, también un larguísimo número de músicos españoles, y extranjeros. 

Tarde me he enterado del detalle del Trueba, eso de no sentirse español; durante todos estos años pasados, creyéndole orgulloso de ser español, he vivido con el peso sobre mi conciencia cristiana, por sufrir con su presencia -fotográfica, televisiva o radiofónica- de una angustiosa sensación de repugnancia provocativa de expulsiones estomacales, imposible de controlar. Pero ahora que se que el tío se cree extraterrestre -bendita vacuna-, ha dejado de afectarme como católico, y de nuevo me encuentro como un clavel reventón. 
¡Que felicidad!

Por Eloy R. Mirayo



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