martes, 9 de septiembre de 2014

LA CHAPUZA NACIONAL.

Con la Democaca ha vuelto la Chapuza Nacional. Nada se sale de tan lamentable cuadro, por lo que los chapuzantes con los que se nutre el sistema, campan por sus defectuosos respetos, dando conocimientos, dando mandobles a la Razón; a la Justicia; a la Decencia; a la Honestidad y al buen hacer de las cosas.

La más notable de las peculiaridades de la Democaca, además de ser el grifo de la chapuza, es la prohibición del pensamiento individual (solamente la idiotez es colectiva). Se dice que llegada la hora de apertura de las sedes de los partidos, sobre la mesa de los distintos despachos -en varios folios, y a grandes caracteres para facilitar la lectura -de las personas significativas ("lo mejor de cada casa"), tienen el guión que deben aprender, para trasladarlo con la mayor claridad a los medios de información, o para poder contestar si algún indiscreto les pregunta fuera del guión. Como siempre pasa, hay quienes esos slogan los sueltan con extraordinaria fluidez, que les hace aparecer como seres brillantes, pero hay otros, los más, que las palabras se les enredan entre los dientes y terminan más perdidos que
Pulgarcito en el bosque; dando su verdadera imagen, la de un imbécil bien pagado, como ocurre con más de un Portavoz que, además de trabucarse, solamente son capaces de soltar gilipolleces por sus bocas, de la misma manera que sale la deposición por el ano de un gorrino.

Pocos se salvan de semejante comportamiento, de modo que a algunos individuos que se les suponía un alto nivel intelectual, el integrarse en política, les ha llegado a afectar de manera muy notable. 

Eso es lo que en mi corto entendimiento he llegado a pensar que le ha ocurrido a don Alberto Ruiz Gallardón. Y es que el señor ministro de Justicia, para descalificar todo el asunto de la  consulta nacionalista que intentan llevar a cabo unos cuantos cabestros, nos recuerda desde los medios que Arturo Mas, al acceder a la presidencia de la Generalidad de Cataluña, cuando sustituyo al tramposo Pujol, juró, entre otras cuantas cosas, respeto a la Constitución Española.


Príncipe Don Juan Carlos: "SI, JURO LEALTAD A SU EXCELENCIA EL JEFE DEL ESTADO Y FIDELIDAD A LOS PRINCIPIOS FUNDAMENTALES DEL MOVIMIENTO Y DEMÁS LEYES FUNDAMENTALES DEL REINO".

Aunque por aquellas calendas el señor Gallardón, fuera joven, seguro que recordará el juramente del entonces príncipe Juan Carlos, y el discurso de la misma persona en las Cortes, antes de ser coronado como rey de España. Como ha quedado perfectamente demostrado, no se escandalice, don Alberto, entre gentes así (al fin y al cabo, chapuzantes), los juramentos existen para ser pasados por el mismísimo "arco del triunfo".  

Aunque ya lo he dicho un millón de veces, me da igual; lo volveré a decir, y si es necesario a grito pelao ¡¡¡Don Francisco; vaya regalillo que nos dejó!!!

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