jueves, 15 de mayo de 2014

AL FURGON DE COLA.

Cierto que la solución económica no está en emigrar a Alemania, como parece que ha declarado la señora Merkel, todos cuantos estén en precaria situación, ni aquellos que andan buscando un lugar donde poder desarrollar sus conocimientos universitarios -que por cierto hemos contribuido económicamente todos, incluyendo pensionistas y parados, a través de impuestos- privando a España, en nuestro caso, de su concurso en el esfuerzo por lograr la tan ansiada recuperación, mientras colaboran en el mantenimiento del enriquecimiento alemán.

Este es un problema que deberían ir pensando como resolver las mentes privilegiadas de la Comunidad Europea, que para eso cobran sus buenos emolumentos, en vez de freírnos a multas (30 millones de euros) a la menor ocasión que se les presenta. La barata mano de obra y los cerebritos que se están extrañando hacia Alemania desde los países del Sur, cuando se logre acabar con la crisis que aún azota a casi toda Europa, esos países sureños se verán (nos veremos) en serias dificultades para poder engancharnos al tren económico, siquiera al frío y triste furgón de cola y, por carecer de herramientas tan imprescindibles como son la preparación inteligente y la mano de obra, motivo por el que tendrán (tendremos) que seguir corriendo, echando la higadilla por la boca, con la mano extendida tratando de agarrarnos a la manija de ese último vagón. Será muy difícil lograrlo teniendo en cuenta  que se corre en "pelota picá" y con los "pies descalzos"; menguada indumentaria para tan gran empresa.

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En toda España no hay pueblo que se precie en el que no se establezca un mercadillo, prácticamente cada domingo del año y, de vez en cuando, uno "medieval" durante unos pocos días. ¿Que ha pasado para que el PSOE avise de no se qué peligro? Quizá es que las grandes superficies (las cercanas al PSOE), estén notando una bajada en el nivel de negocio. El vocero del grupo socialista, el señor Lissavetzky, ante la proliferación de esos mercadillos al amparo de la famosa liberalización comercial, ve "una excesiva desregulación necesaria de regular" (en su jerga, prohibir).

No fue tan sonora su protesta cuando la señora Aguirre, a la sazón presidenta de nuestra Comunidad, primando el dudoso interés del grande, Dios sabrá por que motivo, en perjuicio del legítimo interés de  los pequeños, liberalizó horarios y días de apertura. Entonces el comercio tradicional no encontró en él a su "doncel batallador".

El abuso del dominio público (las aceras de las calles de Madrid) es notorio y, con unas autoridades competentes en sus obligaciones y parcas en recaudaciones, es algo de sencilla solución. Solo sería necesario aplicar a rajatabla las ordenanzas municipales, y conceder licencias especiales de invasión de aceras, en lugares muy determinados.
Mientras tanto, los viandantes nos estamos viendo obligados a compartir las aceras con las mierdas de los perros, por culpa de la mala educación de sus dueños; con ciclistas y motoristas, por la falta de vigilancia de la Policía Municipal; con las terrazas de bares y cafeterías y con las banastas de las innumerables fruterías antiguas y de reciente apertura, y con infinidad de carteles de anuncios de toda clase de establecimientos, incluyendo los burdeles, por culpa del Excelentísimo Ayuntamiento de esta Villa y Corte.
Excelentísima señora doña Ana Botella: estando así las cosas ¿Quiere usted que les votemos? Ni Flower.

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