lunes, 10 de diciembre de 2012

DESAHUCIOS Y PARTIDOS.


Los desahucios son una práctica muy lamentable, a la que se ha llegado por la avaricia de las entidades de crédito y el desentendimiento culpable, sabe Dios por qué intereses, de los distintos gobiernos surgidos de este desvergonzado y desvergonzador (de todos los que en él se implican) sistema político. Esa escandalosa práctica parece doler mucho a los políticos, pero ninguno de ellos hace nada importante por evitarlos; y, si no es posible erradicarlos, al menos deberían buscar la manera de suavizar la desgracia que supone para el que lo sufre. Solamente se dedican al tema, los políticos de la izquierda que siempre se hacen visibles enarbolando la bandera de la demagogia, acompañándose musicalmente de la “banda de aporreadores de tambores;” y, los demás políticos, en el mejor de los casos,  componen ante los medios visuales su cara más compungida y humedeciendo el lagrimal, dedican altisonantes frases doloridas, con lo que apaciguan sus conciencias; fuego de artificio sin rescoldo que no sirven para aliviar a los afectados.

Todos los que tenemos la vivienda familiar como aval de una hipoteca (me refiero a las personas decentes), dadas las circunstancias tan desfavorables del momento, sabemos que sobre nuestras desprotegidas cabezas pende de un finísimo hilo la afilada espada de Damocles como máximo representante del temido desahucio. De esos todos, nadie ha dejado de pagar sus obligaciones con bancos o cajas sin un motivo muy justificado para ello; las más de las veces, por haber caído en la bolsa sin fondo del paro, o por impagos de las instituciones del Estado que el gobierno central y los autonómicos, por ineptitud, no son capaces de cerrar. Es tan ingente el cúmulo de dificultades que en estos momentos pasan muchos hipotecados, que es necesario verse uno envuelto en el para poder apreciar el dolor de quienes lo sufren hasta ese temido final, del que raramente se puede volver: la ruina total.

Pero esas dificultades no la tienen los partidos políticos. UI (rojetes revueltos), es un hecho público, a pesar de que Hacienda la tiene embargada, no ha tenido grandes dificultades para renegociar su deuda con las entidades de crédito (esas entidades tendrán miedo por si vuelve el “soviet español”, el de las “checas”). No ha sido por la ridícula cantidad del valor de un piso en un barrio obrero de cualquier ciudad, o por un pequeño taller, o por un pequeño comercio, sino por la deuda escandalosa de 13.800.000 euros, a los que han de sumarse los más de 2.200.000 que debe a la Seguridad Social, esa gente tan preocupada por el “mal intrínseco” que representan los empresarios para la sociedad y, más en concreto para los derechos de los trabajadores, que al no ingresarlos en la Seguridad Social, ayudan a dificultar la labor social del gobierno y ponen en riesgo las prestaciones de Pensiones y Sanidad.

No es IU el único moroso entre los partidos políticos del arco parlamentario y los sindicatos. Todos ellos tienen “acciones” en Hacienda y en entidades de crédito de las que los grandes banqueros, opulentas sanguijuelas, chantajistas en esencia, se aprovechan, seudofraudulentamente, llegado el momento “preciso” cuando, independientemente de ideologías, el mindundi de turno llegue al poder.

Desde 1999, IU mantiene su cuenta en números rojos (eso es actuar coherentemente) en los bancos e igualmente con Hacienda, sin que, tanto los unos como la otra, parezcan tener demasiada prisa por cobrar pues, al parecer, dispondrá de otros diez año de gracia, en total 23, para saldar su deuda, a pesar de recibir sus arcas todos los años más de 6.000.000 de euros. Pero ¿Qué te pasaría a ti o a mi, mi querido lector amigo, si nos demoramos en lo pagos a los bancos y, ni te cuento, si es con Hacienda? La contestación es sencilla por muy conocida; como primera medida, los unos y la otra, nos habrían frito a tantos por cientos de mora que, al unirlos al principal, se haría imposible poderlo pagar; entonces, además de desahuciarnos de nuestra vivienda y de desalojarnos de nuestro negocio, si somos industriales o comerciantes, nos embargarían los sueldos si llegáramos a cobrarlos y los pocos bienes que nos quedaran, incluyendo la ropa de vestir y hasta los calzoncillos, aunque estén manchados de “nicotina” y, por si todo eso no fuera bastante, de cara a la Justicia, seriamos unos individuos antisociales, merecedores del rechazo social; gente estigmatizable sin otros derechos que el de ser asiduos a los comedores de Cáritas, si queremos comer; los roperos de Cáritas, si queremos vestir y los albergues de Cáritas si queremos dormir a cubierto. Al señor Cayo Lara y sus lacayos, no; a esos, como animales en proceso de extinción de una fauna superior, los cuidan, miman y dan calor. ¡Qué sería de España sin comunistas! Un desastre tan grande como el de perder a Belén Esteban.

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