martes, 25 de septiembre de 2012

TUFILLO A TIMO.

Nos tienen cogida la medida. Por culpa de los políticos que desde hace unos años se pasean haciendo el ridículo por Europa y el resto de continentes, a los españoles nos tienen cogida la medida. ¿Por qué digo eso? Porque desde Francia nos han traído un embolado, con un cierto tufillo a timo que, como las autoridades no anden con cuidado (siempre presuntamente) podría ser más sonado, que el timo de la “estampita” o el del “tocomocho”.

La cosa es como sigue: una empresa francesa, de nombre "Simpático" (así suena en español), emite unos boletos, a diez euros, de los que solamente cada comprador puede hacerse con cinco, esa decisión, según la representante de la empresa, es porque permitir que los compradores pudieran comprar, libremente, grandes cantidades, podría contribuir a que los españoles, en este caso, pudieran ser empujados a la ludopatía, algo que la empresa, haciendo gala de su ética y moral, deploraría.

El meollo de la cuestión es que, con la recaudación obtenida de la venta de los boletos, se compra por la empresa francesa un piso, que más tarde se rifa entre las personas compradoras de los boletos. Eso (presuntamente) es como las rifas de “la Paca”, en el mercado al aire libre del barrio de Entrevías. Ella daba el valor de tres y se quedaba con treinta y tres. Y es que nos han perdido el respeto, tal vez porque no somos dignos de ser respetados. Ya no nos queda ni siquiera el orgullo de ser españoles; nuestros políticos nos lo han llevado al nivel de la prima de riesgo. La cosa es tan patente que primero, nos mandan a todos los gitanos rumanos, los negociantes del cobre, y ahora nos mandan (¡A la tierra de “El Buscón”!), a unos “ilusionistas”, con el fin de llevarse los dineros de unos cuantos ilusos; cuantos más, mejor ¿Verdad, Messié? Lo de quedarse con el dinero y el piso, ya lo habían inventado los banqueros españoles. Así que, anuncio a navegantes, que los “Simpáticos” franceses vienen a por las pocas perras que nos deja el señor Montoro, si antes no se las ha llevado él.

Mañana, en Madrid, con la amenaza de las hordas rojas de tomar (con la banda de tambores al frente golpeando hasta el aburrimiento el rústico instrumento) el Congreso de los Diputados, la excelentísima señora Delegada del Gobierno, señora Cifuentes, da permiso para que se lleven a cabo dos manifestaciones. ¡Ay que joderse! ¿Delegada del Gobierno? A cualquier trapo le llaman vestido. Y es que, seguramente, ni en la policía, ni en la guardia civil, hay alguien, siendo profesionales en el tema, con más conocimiento en Orden Público, que la excelentísima señora Cifuentes ¡Por supuesto! Por supuesto que, tanto en la policía como en el benemérito cuerpo, se podrían sacar más de cien profesionales, mucho más capacitados para desempeñar el cargo, con aseada eficacia y, sin la necesidad de tantos asesores. Pero, claro; eso sería romper la normalidad de este y de los anteriores gobiernos habidos en España desde la capitulación de los que estaban en la obligación de hacer cumplir, desde el rey para abajo, el solemne juramento de lealtad que hicieron, ante la Sagrada Biblia, en favor del Movimiento Nacional, que es el de poner en la cabecera de cualquier institución del Estado a las personas más incapacitadas, o a las que por sus profesiones, se encuentran más alejadas de lo que los cargos exigen. Aunque he de reconocer que en este gobierno, salvo algún imbécil que se ha colado entre los ministros, hay más coincidencias entre unos cuantos ministerios y la profesión de su titular.

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En el partido que este domingo enfrentaba al A. de Madrid y al Real Valladolid, al entrenador de los pucelanos, por protestar, fue expulsado por el árbitro. En las declaraciones post-partido, dicho entrenador, señor Djukic, para justificar su expulsión, dijo que “no se puede protestar educadamente, y es que aun no se ha enterado el árbitro que Franco ha muerto”. Utilizar el apellido del Generalísimo en esa circunstancia, es la gilipollez que se le ocurre a un gilipollas, que no tiene capacidad para otra cosa que hacer y decir gilipolleces. Este memo es el que privó al Deportivo de la Coruña, de ganar una liga, al tirar un penalti a las manos del portero rival.

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