lunes, 3 de septiembre de 2012

POR FIN DE VUELTA.

Camaradas, amigos y amigas; por fin de vuelta ¡que ganitas tenia de abrazaros después de tanto tiempo! a los que estáis en España y a los encontráis allende nuestras fronteras. Yo he gastado (después de una semana en Galicia, con mis entrañables amigos, Puri, Gladis y Pedro) casi todo este mes, desgraciadamente ya pasado, descansando –recargando las pilas que se dice- para empezar este curso que se me antoja muy difícil, con la mente lúcida y el cuerpo relajado. Ya en el Madrid de mis amores, aun con los sudores del viaje, lo primero que se me ha ocurrido es sentarme ante esta pantalla, con el ánimo de satisfacer el deseo de enterarme de que todos os encontráis, al menos, en tan buenas condiciones de salud, dinero y amor que cuando plegue –que decís los catalanes- el día 31 de julio. Y, a partir de mañana, como Mortadelo, me pondré el disfraz de “mosca cojonera”, para de nuevo, intentar dar todos los picotazos que me venga en gana. Pero, como me aconsejó un buen amigo: sin mal estilo; sin insultos a progenitores; y con el cuidado suficiente como para que no puedan, jamás, achucharme sus propios canes que tienen incrustados en la administración de justicia. Los unos, los otros y los demás.

Hoy, mis queridos camaradas, amigas y amigos, quiero poner a vuestra consideración, algo que he escrito durante estos días, con el ánimo de sacarme todos los demonios políticos que tenía acumulados en las entrañas, emponzoñándolas y dejándolas hechas un asquito a las pobres. He de confesaros que esta otra clase de escritura ha sido como cuando a uno, para limpiarle los intestinos, le aplican una lavativa que los deja "niquelaos"; así de limpio he querido, durante estos pasado 31 días, que quedara el cerebro que hay en mi cabezota.

* * * * *

Hoy, cuando caminaba por la Gran Avenida de mi pueblo, picándome el sol de la mañana en la espalda, me llamó la atención mi silueta hecha sombra sobre el tosco pavimento de adoquines. Después de tantos cumpleaños celebrados es fácil comprender que no fue la primera vez que la había visto, aunque hasta ese momento, no me había fijado que era igual a la que en semejantes condiciones había visto dibujarse hace treinta y tantos años, paseando otra luminosa mañana cogido del brazo de la que hoy es mi mujer. Eso me hizo sentirme bien ¡qué caramba! Además, como el camino discurría notoriamente favorable, el paso aligerado parecía confirmar la juventud atlética que reflejaba a veces sobre las baldosas del suelo, a veces contra las fachadas de las casas, avanzando mientras los duros tacones de suela de mis zapatos resonaban con fuerza y rápido ritmo, al que mi respiración rápidamente se había acomodado sin demasiada dificultad. Así llegue a casa, gracias a mi buena sombra, sintiéndome joven y esbelto, silbando alegremente una musiquilla de la que en estos momentos no me queda el mínimo recuerdo.

El ensueño duró tanto como el tiempo que tardé en verme reflejado en el espejo del cuarto de baño cuando salí desnudo de la ducha; aquella persona que vi en el vidrio, no tenía nada que lo identificara con la sombra jovial que hacia unos minutos me acompañaba por la calle. Hay entre mi familia y amigos la creencia de que soy un tipo duro ante la desgracia y es cierto; soy muy duro de ánimo y, aunque mis ojos no soltaron una sola lágrima, a pesar de estar solo, he de confesar, sin avergonzarme, que mi yo privado lloró amargamente comprendiendo ante qué antesala me encontraba; el llanto fue similar al que cuando de niño lloraba viendo que el helado de nata y fresa iba llegando a su fin, según le había ido mordiendo, sabiendo que cuando se acabara, no habría más helado. Nunca, a pesar de usar ese espejo varias veces al día, había reparado en el feo mapa que las profundas arrugas dibujaban sobre aquel rostro que me miraba con un rictus de tristeza; aquellos surcos parecían el calco de los enormes cortes que los grandes ríos socavan en la superficie de la Tierra; las bolsas en los párpados exageradamente inflamadas, violáceas y descolgadas, habían ido poco a poco reducido el tamaño de los ojos hasta dejarlos convertidos en poco más que unas rayas bajo las cejas, estos al menos no habían cambiado su color verde ni su intensidad, ni su brillo; la diáspora capilar que mostraba la cabeza no permitía hacer creer a nadie que allí, en tan oronda superficie, hubiera habido alguna vez una abundante y ondulada pelambrera de color castaño; el abultado abdomen, apenas retenido por un cinturón de piel de vaca, daba la sensación de que en cualquier momento podría desbordarse, yendo en su caída a estrellarse contra el suelo, provocando un seísmo con epicentro vecinal de incalculable intensidad telúrica; el frágil acartonado de la piel de las manos, permitía transparentarse a unas venas gordas y oscuras que parecían tener la intención de reventar, lo mismo que las abultadas varices de las piernas. Tal visión me empujó a salir de casa, y corrí buscando ponerme a caminar con el sol a la espalda, para, como hiciera Peter Pan, atrapar la sombra que fui capaz de proyectar hace treinta y tantos años. ¿Depresión? Pienso que no fue depresión; si acaso un mal encuentro con la realidad, pero, si fue depresión, duró muy poco tiempo; en seguida mi vida familiar, el amor de mi mujer, el cariño de mis hijos, y mis obligaciones laborales, se impusieron con toda su fuerza, borrando de mi ánimo cualquier atisbo de ñoña nostalgia que pudiera haber sufrido.

Vivo un día a día suficientemente variado y lleno de felicidad, como para que por algo que va en el pack natalicio, dentro de la canastilla que nos pone en el mundo, vaya a quedarme perpetuamente enganchado al pasado. Mi futuro no lo marca mi sombra, aunque sea una buena sombra. El pasado, bueno o malo, es solamente pasado, sin posibilidad de presente e imposible como futuro. El pasado, si es caso, fue y seguirá siendo bueno para las personas inteligentes que al haberlo vivido día a día como presente, fueron almacenando experiencias que les hace más sabios y mejor preparados para negociar el presente, al tiempo que les permite enfrentarse al futuro bien pertrechados para dentro de sus conocimientos y fuerzas mejorarlo social, ética y moralmente.

Mi intención es que folio y medio, sea el comienzo de algo más extenso. Dios dirá. Me encantaría recibir opiniones, aunque sean adversas; de ellas también se aprende y yo, estoy en edad de aprender. ja, ja, ja. Gracias.

No hay comentarios: