martes, 10 de abril de 2012

MAQUINA INCANSABLE DE CREAR PREBENDAS.


El socialista José Borrell ha sido obligado a dimitir como rector del Instituto Universitario Europeo, por golfo, desahogado, tirando casi casi a chorizo, por cobros incompatibles con el cargo. Los estatutos de dicha institución prohíben, para detentar el cargo de rector, percibir algún ingreso de otras empresas. No se puede ser tan inocentes, los europeos de por ahí arriba deben ser así, porque nombrar para un cargo comunitario a un socialista español y pensar que se va a comportar decentemente, es de una inocencia infantil, rozando con la estupidez. El señor José Borrell, además del sueldo como rector de ese Instituto, que no nos han dicho a cuanto alcanza, cobra como consejero de Abengoa 300.000 eurazos, como 300.000 soles veraniegos. ¡Pues claro! Como es obligado para un socialista que se precie de serlo.

La política comunitaria es una máquina incansable de crear cargos y prebendas con muy buena remuneración, con la idea de, como paga el “pueblo soberano”, prepararse acomodo para cuando, como políticos locales, pierdan la poltrona oficial, tener, pobrecillos, un lugar de donde seguir chupando rueda sin dar una mala pedalada.

Es algo verdaderamente extraordinario la facilidad que tienen los socialistas para alcanzar puestos de consejeros de empresas capitalistas, muy bien remunerados como es el caso del señor Borrell. Y, yo, me maravillo pensando en los buenísimos consejos que estos socialistas deben llevar colgados en el forro de sus… chaquetas, dispuestos a ser ofrecidos a cuantas empresas estén en stop de grandes ideas. Ante vosotros, mis queridos camaradas y amigos y amigas, desvelo que intenté fichar para mi empresita familiar a uno de estos fenómenos, pero por su alto estanding, y por que la Caixa no me dio crédito, me fue imposible hacerme beneficiario de sus productivos y sabios consejos.

En democracia, la mutación desde la política de izquierdas (y algunos no de izquierdas), hacia los puntos donde se amasa la riqueza más inicua y egoísta, si nos tomamos la molestia de recordar nombres, es un suceso harto frecuente entre las huestes progresistas; la mayoría si no todos aquellos mozalbetes de la bufanda al cuello, barba descuidada y melenas sucias, si no con piojos, del clan de la tortilla, que entonces apenas si tenían unos cuantos duros venidos desde Alemania con el sello del tío Willy Brand, con los que poderse comprarse un canuto de maría para fumárselo después de la famosa tortilla de patatas. Hoy, por milagro laico de la mutación, en vez de canuto, se fuman un cohíbas, mojando la punta en una copa de coñac carísimo, después de comerse una tortilla, no de patatas, si no de riquísimas angulas de Aguinaga, de las que se pagan a más de mil euros el kilo, acompañadas ¡que coño! por una botellita de Vega Sicilia; aquellos progres, que aún presumen de serlo, no eructan por menos.

En estos momentos en la nómina de nuevos ricachones, en España, entre políticos de las cuatro instituciones del Estado y constructores, no han dejado espacio para nadie más.

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