viernes, 4 de marzo de 2011

UNA FICCION QUE ENMASCARA LA DICTADURA.

“No hay que confundir la sombra con el hueso; la democracia puede ser solamente una ficción que enmascare la dictadura económica”
Este pensamiento tan acertado se le ocurrió, me imagino que ante hechos vividos en primera persona, a don Eduardo Galeano, escritor y periodista uruguayo. Pero yo, en mi humildad intelectual, quisiera añadir a tan preclaro pensamiento, la palabra “general”, a continuación de “económica”.
¿En qué baso para tildar este bodrio de sistema político que la gentuza interesada llama Democracia? Está claro: jamás en mi ya larga vida, he vivido bajo tanta prohibición como estoy viviendo desde el lejano día en el que don Francisco Franco tuvo la infeliz idea de morirse.
Desde entonces, hasta, de momento, el día de hoy, nos han prohibido circular con nuestros vehículos por encima de la velocidad que ellos dictan; en algunas de las regiones que forman parte de la totalidad de España, se han prohibido el espectáculo lúdico más enraizado en el sentir de los españoles: los toros; se está llegando, poco a poco, a la prohibición de fumar, que si aún no es total, es por los pingües beneficios que el Estado –que luego van a parar a las pecadoras manos del gobierno-, saca de su comercialización; se nos ha obligado, dictatorialmente, a los comercios grandes, medianos y pequeños a llenar de seguridades nuestros locales, lo que nos ha acarreado un gran gasto, no recuperable, haciéndonos responsables, en el muy probable caso de que se nos robe –el tener toda la seguridad a que se nos obliga no nos exime del riesgo-, puesto que a pesar de estar en orden, si somos asaltados, hurtados o asaltados, el Estado, que parte de los impuestos que pagamos debería ser para garantizar nuestra seguridad, a lo que él está obligado, no hay ayudas de ninguna clase; si es el caso, y la inspección policial encuentra alguna falta, se nos vuelve a robar en forma de multa; se han prohibido fiestas populares, nos obligan a pagar un canon cuando compramos cualquier aparato de reproducción audiovisual, como si todos usáramos esos aparatos para comercializarlos de manera fraudulenta; y para terminar con este asunto por hoy, no por falta de material, que hay para empapelar tres cuartos de baño, que diría “Chiquito de la Calzada”, sino para no resultar cansino, nos obligan cada dos por tres, a votarles, como si nuestros votos les importaran más de tres puñetas.
Insisto, esto que nos está afligiendo a todos, sin distinción de sexo, raza, credo religioso o ideología política –a todos menos al cogollo desvergonzado que conforman, junto a los políticos, todas las gentes de mal vivir- es La Democracia. Al menos, la española.
A veces se llama intransigencia a no decir amén a las posturas contrarias.
Seguramente habrá quien piense que soy un redomado intransigente. Pues… qué les den.

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