lunes, 24 de enero de 2011

LAS RAMAS ALTAS.

No subas a las ramas altas del árbol, no sea que alguien lo mueva y te estrelles contra el suelo. Sabio consejo, del que don Mariano Rajoy debería tomar buena nota.
Ayer domingo -esta jodía manía de leer los periódicos-, mis ojos se han encontrado, en la primera página del que habitualmente compro, una fotografía muy pintoresca; al menos a mí me lo ha parecido. La foto muestra el interior de un autobús y, como relleno, la casi totalidad de la plana mayor del PP. Bajo la foto en cuestión, en grandísimos caracteres: “Autobús hacia el poder”. Esperemos que esta profecía sirva para que España, recupere, en parte -no hay que pedir grandes milagros-, el respeto que su ilustre historia merece. ¡Venga camaradas, que Dios va con España! ¿A caso no ganamos el Mundial, a pesar de que el “Memo monclovita” es el ministro del Deporte?
No subas, Rajoy, a las ramas altas… cuando algo tan importante como es la gobernación de un país se pone en manos de quienes no tenemos ni la información, ni el conocimiento suficiente de las cosas que hay que hacer, y cómo hay que hacerla para que resulten bien, simplemente porqué somos mayoría, -¿sin capacidad suficiente?- pero mayoría. Así, de esta manera, siempre cabe la posibilidad de que la masa, por culpa de algún suceso inesperado, le pueda dar al “tonto del pueblo”, aunque le revoloteen las moscas sobre la baba, la Rectoría de una Universidad. En el caso que nos ocupa: la continuidad en la cabecera del Gobierno.
Claro que no me gusta, igual que a vosotros, aunque me tachen de “antisistema” -que, viendo a quienes se lo llaman, debe ser una cosa muy fea-, este sistema, que ellos, los políticos –si serán cabrones- lo llaman “del bienestar”. Esto, que llaman Democracia, es una mierda “pinchá” en un palo. Yo reniego de que quieran poner sobre los platillos de una balanza mi voto y el de un catedrático de Ciencias Políticas, por ejemplo, y que pesen lo mismo; aunque sabemos que hay otra forma de que mi voto, por decantación, como el buen vino, pueda alcanzar el mismo valor. Tampoco acepto que mí voto, de aquella manera – una persona un voto- tenga el mismo peso del de… bueno; si nos asomamos a cualquier espacio de “telebasura”, podremos elegir a gusto.

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