Hoy aparezco aquí, en casa de mi camarada Rafael C. Estremera, para comentar un suceso que, seguramente conoceréis, pero no en tanta profundidad como yo lo conozco.
Por ese motivo, y porque no soy capaz de guardar un secreto, os voy a desvelar todos los entresijos de tan rocambolesca historia: sucede que ayer han robado unos individuos encapuchados, en una nave situada en un polígono industrial de Getafe, un camión cargado de obras de Chillida, Tápies, Botero, Julio González, Antonio Saura... valorados en unos cinco millones de euros.
¡Qué audacia!, dirán los que no han seguido, como yo, la historia. Seguramente alguno de vosotros, los que tenéis el acierto de visitar esta casa de Rafael, también consideraréis que este suceso es un ejemplo de audacia y de planificación para hacerse con esas obras de arte. Pues no; no ha sido un trabajo bien planteado para hacerse con un botín concreto. El robo de las obras de arte en cuestión, ha sido una casualidad. Los ladrones iban buscando algo de un valor fácilmente contrastable, seguramente cable de cobre.
Me cuentan quien tiene un conocimiento exacto de lo que ocurrió al principio y de lo que siguió ocurriendo, que cuando los ladrones, lejos del lugar del robo, descubrieron lo que el camión tenía en su barriga, se llevaron un profunda decepción. Los tres ladrones se miraron desconcertados y el que parecía el jefe, encarándose con el que condujo el camión, le espetó de muy mala manera, en francés (no sé si en francés correcto, porque yo no sé francés): “eh tú, garsón, sir buplé, ques que sé, esto ser une merdé”.
Otro de los ladrones, el más alto, para poderles distinguir, jurando en arameo, parece ser que gritó: “joder tíos, hemos robado el camión de la tramoya de una verbena de pueblo.”
“Pues yo creo (comenzó a hablar el tercero que, para ser reconocido les diré que es bajito, gordo y calvo, después de cavilar durante un buen rato) que lo que hemos robado es un camión municipal, de los que van recogiendo trastos viejos e inservible, por las calles de este pueblo”.
Estos comentarios se han producido esta misma mañana y en uno de esos momentos silenciosos en los que todos los presentes están esperando que haya a quien se le ocurra algo, el bajito, gordo y calvo dijo: "me voy a comprar el periódico”. Y fue entonces cuando se enteraron que aquellos horrores, eran obras de arte de las mejores firmas contemporáneas españolas. Mi sobrinillo Pedrito, un chavalín de cuatro años, esta mañana viendo las fotos que han salido en la prensa, se pego un susto de órdago a la grande y se puso a llorar durante un buen rato.
Los propietarios de las obras en cuestión están tranquilos porque saben que la Brigada Provincial de Policía Judicial de Madrid, se ha encargado de la investigación del robo. Ellos temían que fuera encargado a la policía del caso “faisán”.
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