jueves, 16 de julio de 2015

LELOS DE BABA.

No encuentro en el diccionario de insultos un adjetivo insultativo lo suficientemente grave y grande para calificar adecuadamente a la soplaboinas que ocupa la Secretaría General del PSE (Partido Socialista de Euskadi), la jefa de los socialistas de las Vascongadas, Idoia Mendia. Aquí -la de la foto-, el espécimen socialista,

se ha permitido el lujo de criticar a la Audiencia Nacional por denegar indemnizaciones a los terroristas muertos violentamente. La postura de la ciudadana Mendia, en cualquier parte y por cualquier ciudadano del mundo, menos por mí, que soy un niño bien educado, podría ser calificada, de forma suave, como una cabronada de a kilo y medio, en primer lugar y, en segundo lugar, como de un acto de cinismo -y no hablamos de afición al cine- de un tamaño imposible de medir.

En cuanto a la primera de las calificaciones, es así, porque el grupito separatista, en el que  figuran los beneficiarios del terror etarra, y al que con la imbecilidad y falta de patriotismo que les caracteriza se ha unido el PSE, lo que en realidad pretende es igualar en dignidad -lo que es imposible es imposible; dignidad quienes la tienen, y quienes no, jamás la pueden conseguir- a las víctimas del terror, con sus sanguinarios verdugos que, para bien de la humanidad no cabe duda de que bien muertos están y si se me apura diría que demasiado tarde.

En cuanto a la segunda de las posibles calificaciones, haciendo un poco de memoria se llega a la conclusión que, de haber obligación de indemnizar a alguien por la muertes de esos asesinos,  la ciudadana Idoia Mendia se la debería exigir a quien por aquel tiempo encabezada el Gobierno de España, su compañero de partido

don Felipe González Márquez, que además era secretario general del PSOE; al exministro de Interior, don José Barrionuevo Peña; y al exsecretario de estado para la Seguridad, don Rafael Vera.

El Gal salió desde las mismísimas covachas del Ministerio de Interior socialista; no fue una exigencia de la sociedad, sino de un instinto intrínseco que posee toda la izquierda, mezclado con el crónico narcisismo de un líder que quería pasar a la Historia de España con las letras grandes de haber acabado con la banda terrorista ETA. Franco tenía los santísimos "Güevos" de administrar, tras sentencia judicial, la pena de muerte, de manera natural, con luz y taquígrafos (¡cuidado que me gusta esta oración! aunque me parece un tanto cursi). La escasez (o mermado tamaño) de "Güevos",  para reinstaurar la Pena de Muerte, fue lo que llevo a montar esa cobarde especie de asquerosa mafia asesina, tan característica en la izquierda a nivel mundial.

¡Mira que eran malos las primeras "figuras"! Pero estos, además de malos, son lelos de baba.

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