Está claro que para llegar a ser político la gilipollez no es un obstáculo, sino un punto positivo. Cataluña, desde tiempo inmemorial, ha estado a la cabeza en casi todo y, en el asunto de la gilipollez política, también, como lo llevamos comprobando desde hace muchísimos años; pero, siendo importante el alto grado alcanzado por la política catalana, es ahora, en la política municipal barcelonesa, más concretamente en su alcaldesa, donde el punto gilipollesco positivo ha llegado a la exageración.
Muchas veces hemos escuchado decir que los políticos españoles deberían percibir un sueldo más alto, o sea, que deberían cobrar más, con lo que nunca he estado de acuerdo, como he dejado escrito en estas hojas de mi blog.
Personalmente creo que los sueldos de los políticos están muy por encima de la lógica si lo comparamos con la media de los sueldos que cobramos las personas decentes, y la capacidad intelectual de la mayoría de ellos y ellas. Pero eso no es óbice para admitir, con mejores "prendas", que las personas que se dediquen a tan importante servicio, deban recibir un sueldo equivalente, que les evite la vergüenza (si es que hay alguno que tenga de eso) de usar alpargatas de lona y suela de esparto para ir a los plenos.
Desde esta mañana cuando he leído la noticia en El Mundo -diario que como un memo continuo comprando, todos los días, incluyendo el domingo ¡ya me vale!- me están doliendo los mofletes, la barriga, las ingles y hasta el bíceps de la pantorrilla de mi pierna derecha, por culpa de la carcajada continua que me provocó enterarme del sueldo que la "mugre" (como es por todos sabido la política nacional es "bicéfala" al estar dividida en dos: la casta y la mugre) pretendía que cobraran los ediles del Excelentísimo Ayuntamiento de Barcelona: 2.200 euros al mes -unos 37.000 euros al año. ¡Ja!
Para quienes vamos cobrando 600 euros, esos dos mil doscientos nos parece una fortuna que nos hace soñar con lujos asiáticos: odaliscas; tules; sedas; y baños en leche de burra como lo hiciera, tiempo ha, la difunta Cleopatra para realzar su belleza entregada a Marco Antonio (a pesar de que cuando él regresaba de la batalla, olía a sudor rancio que echaba "pa tras").
Y no digamos de los que cobran menos. Pero pretender que los cargos públicos estén ocupados por "mileuristas" es una ocurrencia solamente al alcance de un, o una, gilipollas de primera división, con premio Cum laude.
Ya se habla en la bellísima capital catalana (Perla del Mediterráneo, que decía la canción), de "desbarajuste" y "nepotismo" en su Ayuntamiento. El socialista que apoyó -de apoyar- a la señora Colau, ahora parece arrepentido de su, como político al uso, gilipollesca acción. El sociata Jaime Collboni, se lamentó tras haber votado a favor de la investidura de la alcaldesa, del "espectáculo" ofrecido durante su primer mes (tomado de la crónica de El Mundo).
Queridos barceloneses ¡no estáis solos en vuestro sufrimiento! Nosotros tenemos a la Carmena y sus "La, la, la".
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