miércoles, 9 de julio de 2014

ALGO QUE JAMÁS RECUPERAREMOS.

La capacidad de asombro de los españoles ha desaparecido de su acervo de manera absoluta; como si jamás hubiera existido. Poco a poco, desfalco a desfalco, prevaricación a prevaricación, nepotismo a nepotismo, cohecho a cohecho, escándalo a escándalo, choriceo a choriceo, la política nacional ha ido socavando nuestra capacidad de asombro, esa peculiaridad que nos es dada a los seres humanos y se experimentaba ante algo anormal; ante situaciones inesperadas o (lo digo como hombre, por mi profesión, con conocimientos de estética) ante una hermosa mujer, cuando como hombres nos mirábamos en un espejo.

Han acabado con la sorpresa, a base de sorprendernos, y también con algo que resulta mayor desgracia, porque es algo que jamás recuperaremos: la Inocencia.

Dicen quienes presumen de estar enterados, que Urdangarín, al ser reprendido por don Juan Carlos por los feos asuntos que le tienen en los juzgados, como excusa contestó "yo hago lo mismo que hacen todos". Seguramente el yerno del entonces rey, al decir todos, se refería a todos los políticos en ejercicio, con quienes tuvo tratos; que muy bien podría haber hecho una generalización mucho más amplia.

Desgraciadamente a los españoles nos cogieron a traición. Como palomas del lujoso palomar de un ricachón, salimos a la Democracia (Democaca, ha resultado) como quien va a un vedado plácidamente a comer trigo, y nos han cazado sin necesidad de hacer puntería. 

El paso que la muerte de Franco nos obligo a dar, debería haber sido explicado y ensayado adecuadamente, por monitores capacitados; monitores que poco a poco nos hubieran ido despojando de las cosas inservibles que, después del luctuoso 20 de noviembre de 1975, nos las arrebataron de sopetón: las ya citadas sorpresa e inocencia, a las que se sumarían el respeto, la educación, el buen uso de la vergüenza, la honradez, la honestidad, la autodisciplina, el sentido de la justicia, el amor a la Patria... No hubieran tenido dificultad para encontrar los monitores mas cualificados, para vaciarnos de semejantes cargas inútiles, como en estos momentos estamos viendo.

Para perder el sentido de la justicia podrían haber venido al pelo los señores Estivil, juez que vendía sentencias exculpatorias; el exjuez Garzón, perito en prevaricaciones; El Dioni y Juan Guerra, peritos en desvergüenza lucrativa; el fiscal Horrach, perito en encontrar la inocencia donde aparenta dar saltos la culpabilidad; sindicalistas de la UGT y CCOO, peritos en demostrar la facilidad con que se acaba con la honestidad, desde unos EREs bien dirigidos; Zapatero, perito en sacar sorprendentes ministros de una cuadra de pollinos; Arzallus, Pujol y Arturo Mas, peritos en antipatriotismo; a Fernando Fernan Gómez (antes de morir), como perito en cocear la educación y los buenos modales. Y, para amenizar el cotarro, peritos en lo mejor de este sistema, los Segura, Wyoming, la Esteban, el Matamoros, los chiquitos y chiquitas del Orgullo Gay, etc...

A lo peor lo que nos pasó a los españoles es parecido a lo que le paso a aquel que vivía tan cojonudamente que, el día que murió, le cogió por sorpresa. El cachondo creyó que llevar esa vida le iba a eternizar.

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