Son actividades turbias que, transformadas en profesiones, acompañan a la Democracia mucho mejor que un buen cacho de chorizo lo hace a un par de huevos fritos, en las que se mueven mucho dinero: las apuestas, el narcotráfico, el tráfico con inmigrantes -los que los traen, y quienes los reciben aquí- el sanguinario sicariato o, por poner un ejemplo, y seguir escribiendo, la Prostitución,
sobre todo cuando fuera de la autogestión, y lejos del clásico “chulo putas” (de esos que a tantos pagamos entre nuestros políticos) es regida “industrialmente” en gran escala que es lo que engorda los ingresos de forma superlativa y más cuando “el negocio” lo forman varias sucursales alrededor de La Central. Pero no son quienes se forran las prostitutas o prostitutos que se parten el pecho follando, sino el sinvergüenza proxeneta que, simplemente por poner un sórdido habitáculo; un nauseabundo cubil, se lleva más de la mitad de lo que paga el usuario.
El dinero que en gran cascada llega fácil, sin coste de esfuerzo alguno, manteniendo la promesa de que con la misma facilidad y poco esfuerzo seguirá llegando, digo yo, pudiera ser lo que a un asqueroso e indecente dueño de varios prostíbulos, le pudiera servir de excusa -hay que tener en cuenta que esa clase de gentuza se alimenta a base de “pan de higo”-, por haber llegado a cometer la impensable locura de gastar unos pocos millones de euros, aun pringados de libidinosos líquidos sexuales, en promocionar políticamente con la intención de llegar a lo más alto (sueño con generosa mina de oro) a un ser fallido como perteneciente al género humano que sin embargo ¡mia tu po donde! goza de agraciada fachada masculina tras la que “juega” un auténtico imbécil;
un pura sangre de la imbecilidad humana capaz de hasta convertir a la imbecilidad en un arma de dañina perversidad; en una constante maldad utilizable contra todo aquello que no le supone algo suficientemente beneficioso.
Los imbéciles son gente que no tienen capacidad de reconocer otras formas que su propias formas, ni a otro daño que no sea el que a él le produce dolor (no tenemos más que fijarnos en la inexistente reacción de nuestro presidente -no digo de donde ni de que ¡fuera brujas! No sea que el fiscal…- cuando Santiago Abascal con mucha frecuencia le tacha de indecente y de traidor.
Y ¿cómo es posible que un individuo así haya llegado a presidir el gobierno de este pa…? ¡Alto ahí! Pero sí hay algo en el ambiente político que me tiene confundido; no entiendo por qué, si a él le tiran a la cara la participación en su carrera política del dinero manchado de esperma; si de él se dice que ha vivido en una casa comprada con dinero manchado de esperma, me parece raro, echo de menos, que ninguno de los políticos con los que ha debatido le han preguntado si tiene conocimiento, por inspección o uso personal como “dante” de conocimiento de posibles fallos, y “tomante” de la responsabilidad de solucionar aquellos fallos al tiempo de pulsar la “calidad del servicio” que se da en las saunas que pertenecieron a su fallecido suegro (¡anda que no le tendrían ganas ahí arriba)
señala el Cielo.
Eloy R. Mirayo.
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