sábado, 13 de julio de 2024

¡POR FIN SOLOS!


El partido Popular ha recobrado la libertad que VOX le tenía secuestrada y a partir de ahora, podremos ver los españoles en directo como el señor Feijoo, gozoso como Heidi buscando a su abuelo, es capaz de mostrarnos su gran facilidad -una valiosa pieza del secuestro- para de tú a tú -tanto monta, monta tanto- que posee para el doblaje de cerviz ante Sánchez, y para llegar a acuerdos que solamente benefician al marido de la “presidenta” Begoña, como ha quedado perfectamente demostrado con el vergonzoso –que debería ser para él, tanto como perjudicial será  para resto de los españoles- reparto de los vocales del Poder Judicial, sin tener la necesidad, para que no se entere VOX, de tener que irse al extranjero para eso.

A mí, anciano español de a pie -el alcalde me sigue cobrando el impuesto de circulación, pero no me deja mover mi coche, no siendo montado en una grúa, por Madrid- se me enternece mi achacoso corazón viendo y escuchando en los medios de información a sus presentadores e invitados, entreverados como el tocino con políticos en ejercicio (¡por desgracia!) la mayoría presentes en las nominas de los reyes del bipartidismo, contentísimos comentando la decisión de Santiago Abascal de separarse del PP en aquellas comunidades donde gobernaban juntos. Es, para todo el rojerío, para el PP y para sus “juglares”, como si les hubiera tocado el “euromillón”. Un ejemplo de estomago agradecido es el de quien encabeza su crónica televisiva con un “los jueves milagro”. E inmediatamente se apoya con: “el mejor regalo de divorcio de Santiago Abascal”. Para después ir utilizando los menos amables adjetivos calificativos cuando criticaba a Abascal personalmente, o cuando criticaba su determinación.

¿A qué viene la crítica encabronada si están todos tan contentos? Para ustedes el que pierde en el “órdago” es VOX. Este asunto me recuerda a aquel grupo de chicas, ocho de entre dieciséis y dieciocho años que todas menos una, que no era la menos guapa, follaban con cualquiera y donde fuera. Cuando se enteraron de que la otra no les hacia el juego, a los pocos días la echaron de mala manera como si padeciera una enfermedad contagiosa, porque aún en silencio las recordaba sus excesos.

Eloy R. Mirayo.


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