martes, 23 de noviembre de 2021

LOS BUEYES SE HAN SUBIDO AL CARRO.

Lo que interesa a la inmensa mayoría de los seres humanos es que se nos deje vivir en paz, y se nos permita ganarnos el sustento con el fruto de nuestro trabajo, sin que ningún imbécil con alma de carterista -a quienes les pagamos para mejores hazañas- nos fría a imposiciones, prohibiciones y tasas, mientras ellos, en un exceso de lo que deberían ser sus atribuciones, lo que hacen es coartarnos la libertad, desde la ele hasta la de; y adelgazar, dejándolos escuálidos, nuestros más naturales derechos.

El exceso de paciencia y exagerada condescendencia, en vez de ser dos virtuosas maneras de entender el devenir, viendo los resultados hasta el presente y lo que augura el porvenir, ha sido una actitud negativa que ha permitido a los golfos, sinvergüenzas y canallas de la peor especie, aupados en la política, interpretar al revés el viejo clásico asunto del carro, los bueyes y el boyero. 



Ellos; los bueyes, con las testuces adornadas con dos llamativas astas, se han subido a nuestro hermoso carro y enchulecidos en el pescante, además de exigir que se les  alimente con los mejores forrajes, nos obligan a tirar del carro por los caminos que a ellos más les apetezcan.

Es doloroso sentir en las costillas -físicas o económicas- el padecimiento de la situación a la que incomprensiblemente se ha llegado, con ejemplos de "bueyes" (¡y bueyas, que también las hay!) que llegaron con una mano delante y otra atrás y, al poco tiempo, con el dinero de los impuestos draconianos con los que la puuuu... blica  Hacienda, castiga a millones de españoles a vivir privados a perpetuidad de algunos artículos de primera necesidad, tanto ellos como ellas, se transforman en millonarios y hasta se les ve que les llega para comprase impresionantes chalets de verdes praderas de céspedes, tupida arboleda y piscinas de limpísima agua clorada y bella estética, más allá de la típica rectangular -como las de los fachas- y, a pesar de ser más rojos que las amapolas, también les queda -el dinero y la desvergüenza- para disfrutar de servicio doméstico que les limpie la suciedad que los y las "camaradas de Lenin" van creando con su presencia

Pero ni así nos dejan vivir tranquilos con lo poco que nos han dejado. Aún han de volver -ya aflora en algunas provincias- con la intentona de volver a la cabronada de cerrarnos nuestros negocios y encerrarnos en nuestras casas sin la posibilidad, ni siquiera, de visitar a un familiar caído en desgracia.

Un ejemplo de quienes son y hasta donde serían capaces de llegar es la ministra de Paro, la señora Díaz: “Lástima que, efectivamente, nuestro monarca, nuestra historia, pues no tuviera la suerte histórica y profunda, civil, también de haber pues cortado la cabeza, guillotinado a un rey“.

Yo, en parte coincido con la señora Díaz ¡no en lo de guillotinar al rey! Pero si en el uso drástico del Poder para solucionar los graves problemas. 

Yo, no la guillotina, que lo deja todo perdidito de sangre; pero si la horca, que es más limpia y silenciosa, de diez en diez, pillaría a los rojos y, como los jamones, les iría colgando hasta acabar con la especie.

¿Hay alguien que no crea que viviríamos mejor?

Eloy R. Mirayo.




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