miércoles, 3 de marzo de 2021

TODOS Y TODAS ¡A POR MADRID!

 Todos y todas ¡a por Madrid!

Ese es el berrido de angustia, temiendo quedar en mayor ridículo del ya alcanzado por la casi totalidad de los virreinatos en que se ha dividido este país.

Qué se habrá creído esa manada de gilipollas que a la menor ocasión, como el virrey de Cantabria, se asoman a las ventanas invasoras de nuestra intimidad, las televisiones, a soltar tontunas y estupideces, al mismo tanto por ciento, el 50, del cien por cien de lo que dicen.

Todos y todas ¡a por Madrid!

Son la incapacidad convertida en, más o menos estética, carne humana; por eso su intelecto solo les da para  tomar las decisiones que asumen otros, pero nunca las buenas (la inteligencia no se compra en los bazares de los chinos); las que van en beneficio de todos y en perjuicio de nadie.

¿Qué es lo que han aportado, no ya al total de los españoles, sino a sus propios "dominados", los virreyes de las dos Castillas; de las Vascongadas; de Cataluña? En fin... ¿Qué ha aportado el valenciano, aparte del cambio de su imagen que le da la sustitución de su viejo peluquín, por el que luce ahora, más limpio, más rubio y bastante puntiagudo.

Qué tendremos los madrileños que personalmente tan mal les caemos paseando por sus calles -que, por españoles, también son nuestras- bañándonos en sus playas -que, por españoles, también son nuestras-, y que bien reciben (¡con los brazos bien abiertos!) nuestro dinero, cuando en Semana Santa y vacaciones veraniegas les visitamos.

Ya sé que no son todos, ni siquiera la mayoría, pero son muy tocacojones.

Tenemos el caso del colega -que se repite más que los ajos de Las Pedroñeras- del virrey de Castilla La Mancha, Emiliano García-Page. Todos y todas ¡a por Madrid! 

Ese buen hombre (si, es posible que lo sea) pretende que se confine Madrid, para que los madrileños no podamos salir fuera de nuestros límites territoriales porque, según sus luces  -candil de petróleo- 



los madrileños somos los causantes del desparrame del jodido virus hacia el resto del país. Pues muy agudo que es el Emiliano. Lo verdaderamente chusco es, como ya expresé en otro de mis articulillos, que el colega -de los otros- no parece estar tan preocupado por la cantidad de trabajadores  castellano-manchegos que todos los días, por tren y por vehículos de volante motor, rudas entran en Madrid y que terminada su jornada, vuelven a su lugar de origen, con los "virucitos" al hombro, sin que se sepa si son los mismos que pudieran haber traído o son madrileños más castizos que el Arco de Cuchilleros.

Pero es que lo mismo ocurre con los catalanes que utilizan el Puente Aéreo a diario, o cualquiera de los ciudadanos que por el aire llegan al aeropuerto de Barajas; los que vienen en ferrocarril o en autobuses.

A ver, Emiliano: las autoridades de la Capital de España, en vez de quejarse y lloriquear, toman medidas sanitarias, al tiempo que cuidan hasta donde les es posible de la economía, tratando de protegerla del constante ataque que este gobierno está perpetrando, no sólo a la economía madrileña, sino a la economía general.

Yo conozco una buena cantidad de kilómetros cuadrados de este magnífico país. No sé cómo se sienten los franceses, los ingleses, italianos etc., respecto a sus países; ni lo sé ni me importa, allá cada uno. Lo que yo siento cuando estoy en Galicia, tomando unos riquísimos percebes en San Andrés de Texido; cuando me asomo al extremeño valle del Jerte, desde lo alto del puerto de Tornavacas; cuando me como un chuletón de ternera en El Barco de Ávila; cuando me asomo al Mediterráneo desde la Línea de la Concepción, pasando por mi terruño, Los Alcázares, a tierras gerundenses; cuando desde la Alhambra, veo preciosa la bella arquitectura del Generalife, o bailando unas sevillanas en la Feria de Abril; cómo no sentirse donostiarra mirando San Sebastián desde el monte Igueldo; sintiéndome catalán frente a la Sagrada Familia... Pero es estúpido señalar individualidades cuando el sentimiento es igual para todo cuanto encierra el territorio nacional: orgullo; eso es lo que siento; orgullo de haber nacido en este pequeño, pero maravilloso continente en el que, por no faltarle de nada, hasta gilipollas hay.

Eloy R. Mirayo.


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