martes, 10 de marzo de 2020

SOCIEDAD DÓCIL.

Una sociedad atemorizada es una sociedad dócil, que aguanta sin el menor deseo de rebelarse; es una sumisa potencia laboral fácil de pastorear y el beneficio que se saca de su sacrificio, menos las migajas con las que se la mal alimenta, va a las insaciables arcas de una oculta secta que con sus larguísimos tentáculos, oprime y extrae el jugo de cuantos estamos en este mundo.

Su producción de terror es como una especie de corriente continua que, cuando el "susto" anterior empieza a perder fuerza, aparece otro "susto" de iguales o mayores proporciones que viene a dar continuidad.

Para mantener el terror procurando que su flujo no sufra una especie de polvo interruptus, como para procurar la continuidad de culto a una religión, es necesario mantener un ejército suficientemente nutrido de "sacerdotes" y "sacerdotisas" (en el caso que nos ocupa, laicos) muy bien preparado y debidamente "engrasado" 

que hagan la imprescindible labor de proselitismo.

En estos momentos el "susto" que de alguna manera pone sordina al cambio climático, es la aparición del coronavirus, que está infectando al mundo entero, con sus fatales consecuencias, de manera especial entre las personas mayores (los que somos viejos), los enfermos crónicos de las vías respiratorias y quienes desafortunadamente sufren enfermedades graves igualmente crónicas que afectan a las vísceras más vitales.

No mantenía, por lo que parece, la cosa del clima el nivel exigido por el mando, y alguien de los que de veras mandan -¡vaya usted a saber quién!, pero no estos gilipollas que ni para eso valen-, le ha pegado la "pata Charlot al nido del bichito" 

y ya se ha establecido, en el primer mundo (los otros mundos no importan ni interesan a nadie), una crisis económica de tres pares de cojones, que dejará en ridículo a la que montaron hace  doce años (2008), y que desgraciadamente ampliará de manera exponencial las cifras de parados y el número de sus pobres, que son suyos porque ellos así lo decidieron con su egoísmo y rapiña, en la misma proporción que como ¡grandísimos hijos de puta!, con la desgracia de los demás ellos, los de siempre, los escondidos tras la bruma, llenarán nuevas arcas y, como no, también a esos que aparecen pavoneándose en las listas de los especuladores más ricos del Mundo.

En los próximos días, meses y años, nos iremos enterando de cuantas importantes empresas industriales, comerciales y de servicios han cambiado de manos, y hasta de nombre. Lo que no habrá cambiado es la ruta por donde se nos van a las personas decentes, entre los que no hay un solo político, los pocos euros que se nos permite "cultivar".

Eloy R. Mirayo.



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