El gran disgusto político lo pillé hace muchos años;
fue el día que por primera vez, desde que dejaron de utilizar las tétricas "checas", el Partido Socialista obrero (ja) Español, de las manos (prefiero no calificarles según mi opinión, no sea que, como dice mi camarada Rafael Estremera, ande pululando por ahí algún fiscal "progresista" con ganas de significarse con vista al futuro) de los señores Felipe (Isidoro en la dorada clandestinidad) González Márquez y Alfonso (cabeza pensante del clan de los Hermanos Guerra) Guerra, celebraron con gran algarada rojeril, el haber alcanzado el poder político de España, en la Plaza Mayor de Madrid.
La broma tragicómica de José Luis Rodríguez Zapatero fue distinto; menos doloroso pues era lluvia que caía sobre el mojado albero nacional.
Ahora el señorito "Pepis" con la varita mágica y sus ayudantes cósmicos (el astronauta Pedro Duque) cae sobre mi demasiado curtida piel, sin siquiera hacerme sentir jodido; ni siquiera contrariado.
Uno sabe por experiencia propia que, aunque por la boca entre solomillo de ternera, gambas blancas de Huelva y angulas de Aguinaga;
todo ello sale por el ano convertido en mierda. Y, por mucho empeño que pongan quienes lo vayan a intentar, es imposible que ocurra al revés: que entre maloliente mierda, y salga un sabroso solomillo, acompañado gambas de Huelva una cazuelita de riquísimas angulas ¿no?.
Está claro lo que los españoles podemos esperar de la 3ª toma de la seria socialista: bla, bla, bla y brindis al sol. La normalidad de la Izquierda española es anunciar de manera profusa y durante varios días en toda clase de medios de difusión la colocación de una 1ª piedra de algo en algún lugar, y dejar la piedra allí olvidada a perpetuidad.
Me decía alguien esta mañana -como réplica- que la etapa de gobierno del señor González Márquez fue positiva, durante las dos primeras legislatura, aunque en la tercera se torció el asunto. Claro, se habían comido toda la despensa que dejó el Generalísimo Franco.
Y como indefectiblemente ocurre (veréis que ocurrirá) los rojos, más o menos desteñidos, son maestros en demoliciones, pero inútiles para edificar; no entienden de ayudar a hacer el marco empresarial necesario para la creación de la de la imprescindible riqueza que revitalice la economía nacional.
Volverán a la absurda creencia de que los dineros que les llegan del Estado no son de nadie y que los pueden gastar alegremente al antojo personal, porque además, fluyen; fluyen; y vuelven a fluir sin que le afecte la sequía.
Aceptando de entrada su honradez (yo soy así de tierno), lo gastarán como en ellos es tradicional; en lo que dicen que son Gastos Sociales, que solo ellos saben cuales son; en gastos sin retorno de beneficios y en repartir limosnas que nada más sirven para disimular el hambre de quienes las reciben. La expansión de la Industria Nacional jamás ha surgido desde un gobierno socialista; como algo cercano, solo han convivido, al menos aquí, en España, un corto espacio de tiempo. El justo para dejar a las empresas como un campo después de la batalla.
Eloy R. Mirayo.
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