jueves, 26 de abril de 2018

LAS PERSONAS NORMALES ÚNICAMENTE QUEREMOS JUSTICIA.

Saliendo de Almería la tentación es muy fuerte. 

Quienes hemos tenido la suerte de haber estado en Granada, sabemos que el deseo de volver empieza desde el instante en que nuestros pasos nos sacan de sus límites. La ciudad es muy bonita y cómoda de caminar y, sobre todo, muy acogedora. Los granadinos y granadinas (no se me enfaden) como los nacidos en cualquier parte de nuestra España, son amables y cariñosos, hasta donde alcanza la lógica.

¡Que nadie me pregunte por lo que haya que ver en Granada, que la liamos! Granada es una ciudad, como española, es una preciosidad, a la que se le ha añadido dos auténticas joyas:

El Generalife 

La Alhambra ¡cómo no iba a llorar el "chiquillo" Boabdil! 

Si hasta yo lloro cuando termina la visita. Claro que para mitigar las penas uno se acerca a escuchar Flamenco y música española a El Sacromonte y después, a seguir caminando por el barrio del Albaicin, que así de bonito se ve desde una de las ventanas de la Alhambra. 

Subir la Cuesta de Chapiz, para visitar la famosa Casa Chapiz, una preciosa casa morisca abierta al público, ya que es la sede de la Escuela de Estudios Árabes, una de las cosas más espectaculares que se pueden ver en esta hermosísima ciudad. Granada no es una visita Costa y ya está.

Para disfrutar todo lo que la ciudad ofrece ¿qué menos de un mes? Es tanto, tanto... Otra de las buenas experiencias es entrar en Hemmam Al-Andalus que se encuentra muy cerca de la Alhambra y nadie debería irse sin visitar el Mausoleo de los Reyes Católicos. 

Y que nadie piense que solo es eso lo que se debe ver en Granada.

En cuanto al trapeo; ahí dejo la ternera.

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Hoy, a las 13 horas se ha leído la sentencia del caso de "la manada". Ya sabemos que esos individuos han sido "premiados" con nueve años de cárcel, por abusos sexuales continuados (creo que viene a decir la sentencia). 

No me voy a inmiscuir en lo que los jueces han decidido -hasta ahí no llega mi estupidez-; lo que me preocupa es que en un tribunal compuesto por tres jueces, uno de ellos, decida aclarar que su voto difiere, hasta el punto de ver, según las pruebas y declaraciones que los acusados, que de lo único que les encuentra culpables es del robo de teléfono de la víctima. No es que a dicho juez le pudiera parecer que la sentencia de 9 años era excesivamente dura y que con 4 años sería bastante. No, el juez piensa que los cinco asquerosos que abusaron de la señorita, son totalmente inocentes de la indecencia sexual, de la que sus dos compañeros de tribunal les encuentran culpables. Me lo tendrán que explicar personas doctas en jurisprudencia.

Y reflejando mi escasa inteligencia, tampoco entiendo cómo es posible que esta mañana, a la 9 horas, un tertuliano (en la COPE) de una de las múltiples tertulias radiofónicas, dijera que, de los tres jueces, dos estarían por la condena y el tercero, presentaría su voto particular, pidiendo la absolución de los cinco acusados. 

Que será  lo que ocurre en los ambientes judiciales que antes de que se hagan públicas las sentencias, todo el mundanal mundo ya esté al corriente de lo que se vaya a sentenciar. 

¿Son los jueces los que se van de la lengua? Quiero creer, y creo que no. Entonces tiene que ser alguien del personal subalterno, que en los Juzgados tiene creada su propia Agencia Informativa. 

Ante semejantes acontecimientos, dos a favor y uno diametralmente en contra, cualquier persona que esté en trámites judiciales, estará pidiendo a Dios y a todos sus santos y santas, que le toque, si es que pueda llegar a ser culpable, el uno, en vez de los dos. Y a la inversa si lo que está en juego son sus intereses.

Lo que viene a ocurrir en estos casos, en los que la presunta víctima es una mujer -aparte del mal sufrido por la víctima-, es que las "feministas legionarias contra el Macho", independientemente de lo que los jueces decidan, siempre lo consideraron insuficiente, y lo usaran como "material de asalto para alcanzar la supremacía de la especie". Las personas normales únicamente queremos Justicia, sin más. 

¡Ah! Y seguir queriendo a mi mujer, y seguir siendo querido por ella.

Eloy R. Mirayo.



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