domingo, 21 de agosto de 2016

¿ABSOLUTAMENTE FICTICIO?.

Hace muchos años, allá por los tiempos del franquismo, tiempos en los que la política incidía muy poco en mi vida diaria, alguien se empeñó en demostrarme, sin éxito, que  todo cuanto se estaba disfrutando era absolutamente ficticio. Rebatirle me resultó fácil, sin que para ello tuviera que echar mano de ninguna herramienta ideológica, entre otras cosas porque me eran desconocidas; me limité a explicarle lo que iba a hacer en cuanto me fuera de aquel lugar. "Cuando salga de aquí, montaré en mi

Seat 600, que no es ficticio, porque una vez puesto en marcha nos llevará con relativa comodidad a mi mujer, a mis hijos, a mi suegra y a mí, que lo iré conduciendo, hasta mi casa, dicho con toda propiedad, en el barrio de San Blas, que tampoco es ficticia, y me sentaré en el sofá que tenemos en el salón, que tampoco es ficticio, ya que noto su mullida y cálida superficie bajo mi culito,

(bueno, como comprenderéis este no es el mío pero ¿a que está bien?) y encenderé mi real televisión, en la que solamente son ficticios los espacios de entretenimiento. Y no solamente disfruto yo de estas cosas que demostrado queda que no son ficticias, sino que, después de no pocos sufrimientos, somos muchos los españoles (por entonces yo me encontraba muy lejos de pensar en exiliarme) que disfrutamos de eso mismo.", y hasta de una segunda vivienda en la periferia de casi todas las grandes capitales, e incluso algunos en la playa".

-"No, de eso solo disfrutan los ricos y los empresarios fascistas que nos explotan a los trabajadores" -me atacó, usando armamento de la izquierda.
-"Tú tienes coche ¿No?" 
-"Si" - contestó-.
-"Y sales a menudo; algún que otro fin de semana irás por ahí con tu coche".
-"Si, si; claro que salgo; me lo gano con mi trabajo".
-"Pues claro; pero sin duda habrás visto por cualquiera de las carreteras por donde has viajado la cantidad de pequeños y sencillos chalets que hay edificados a pocos kilómetros de los cascos urbanos de capitales de provincias, y de alguno de los grandes pueblos, como por ejemplo Alcalá de Henares. Son muchos, al menos los que ha visto yo y, o hay muchísimos ricos en España, o es que los trabajadores españoles empiezan a disfrutar de algo que les estaba vedado: la propiedad de algo tangible; el derecho a ser propietario de su vivienda, y hasta de una segunda vivienda -no todos, por supuesto; yo, sin ir más lejos- porque, al fin, lo pueden pagar con el salario que reciben por su aportación laboral".

La esposa de ese alguien intervino para darme la razón: "es verdad Pepe; la cantidad de chalets que vemos al pasar por los pueblos antes de llegar Ávila, y los que hay antes de llegar a Barco de Ávila".

Las respuestas reprobatorias del los maridos a sus mujeres, cuando ellos se quedan sin argumentos, son la muestra inequívoca del nivel de su educación: "¡tú te callas! Que nadie ha pedido tu opinión".

Hace muchos años que dejé de ver a este Pepe; algunos años después me entré de que estaba liado con una mujer, y había dejado a la propia. Yo he celebrado este año con mi mujer y mis dos hijos, las bodas de oro (sin comentarios)

Hoy, con 122.508 millones de créditos morosos de difícil cobro; con la sombra del desahucio sobre la cabeza de muchos ciudadanos de este país; con la retirada de vehículos (coches, camiones, camionetas, motos y hasta bicicletas y sillas de inválidos) 

por falta de pago; además de la dolorosa cifra de cuatro millones de parados, me encantaría que Pepe me diera el resultado que él hubiera sacado de la comparación de la realidad que entonces vivió, con el momento actual que se está viviendo; del mercado laboral que el vivió, con el mercadillo canalla actual; el número de grandes empresas que se abrieron entonces, con el absoluto vacío actual.

Eloy R. Mirayo.

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